El pasado domingo 5 de abril, el presidente Andrés Manuel López Obrador ofreció su primer informe trimestral de labores, correspondiente al segundo año de ejercicio de su gobierno (ejercicio de rendición de cuentas que no tiene fundamento constitucional ni legal). Había muchas expectativas de lo que se iba a decir, más en un ambiente de incertidumbre y hasta descontento por la situación económica mundial y por la emergencia sanitaria derivada del COVID-19. Muchos esperábamos que el Primer Mandatario de México recapacitara y que ofreciera un discurso más conciliador y que además diera, si no las soluciones que los representantes del gremio empresarial esperaban, si por lo menos alguna medida más audaz en términos económicos y que beneficiara al sector industrial. No fue así.
#ColumnaInvitada | El golpe de timón que no se dio
Nuevamente, el presidente insiste en solucionar los problemas económicos del país con medidas que anunció desde su campaña presidencial y que fueron un factor determinante para que en 2019 el crecimiento económico de México fuera igual a cero: la caída de los precios del petróleo, aunada a la pandemia que ya mencionamos, solo vino a agravar el franco deterioro económico que se venía heredando de las malas decisiones gubernamentales, que disminuyeron la confianza para invertir en México, como la cancelación de la construcción del Aeropuerto de Texcoco, la insistencia de invertir en proyectos de infraestructura con dudosa o nula información sobre su viabilidad económica (Tren Maya, refinería de Dos Bocas), el subejercicio del gasto público y el incremento de la inseguridad.
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Lo que anunció el presidente es más de lo mismo. Los ejes del Plan para la Recuperación Económica son las mismas estrategias que anuncia en sus mañaneras, la implementación de los programas sociales, austeridad del gasto público, insistir en sus proyectos de infraestructura prioritarios y, por supuesto, el combate a la corrupción. En este contexto, el presidente desaprovechó una magnífica oportunidad para implementar medidas para apoyar a los pequeños y medianos empresarios, sabemos que los recursos disponibles para el gobierno estarán sujetos al cobro de impuestos que pueda captar, pero en un escenario regresivo, en el que se van a perder miles de fuentes de trabajo, el Plan de Recuperación Económica está en peligro de resultar un fracaso.
El gobierno de la República estaba a tiempo de ser más pragmático y brindar un plan de incentivos fiscales que garanticen que los empresarios puedan mantener las fuentes de empleo y pagar salarios, tiene que impulsar el consumo, el turismo, facilidades para atraer inversión, pero nada de esto. El presidente estaba en condiciones de hacer un anuncio más audaz, que no le hubiera restado aprobación de su clientela electoral y ganarse la aceptación de un sector desencantado por el pésimo entorno económico y la dudosa efectividad de las medidas sociales y sanitarias para evitar los contagios por COVID-19.
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De ahora en adelante, las medidas que el gobierno implemente en un futuro y que no provengan del ideario ideológico del Presidente, ya no se verán como una concesión del Ejecutivo, más bien veremos a un Presidente contra las cuerdas y que por las circunstancias de presión social y hasta electoral, deberá ceder ante la exigencias de los sectores productivos de nuestro país. De lo contrario, no sólo será un sexenio más perdido, será la debacle de la Cuarta Transformación, pero llevándose al abismo al país.
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Nota del editor: la autora es diputada local del Congreso de la Ciudad de México, Presidenta de la Comisión de Turismo, Licenciada en Mercadotecnia, con más de 20 años de participación en la política desde las filas del Partido Acción Nacional.
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