Las habilidades de comunicación política del presidente Andrés Manuel López Obrador son infinitamente superiores a las de su antecesor Enrique Peña Nieto, pero es sorprendentemente parecido en la sensibilidad a la hora de entender el horror que sentimos ante un crimen inexplicable y la muerte violenta de las personas más vulnerables de la sociedad.
Embarcados en sus proyectos políticos, para uno el Pacto por México y las reformas estructurales, para el otro la "Cuarta Transformación", es increíble la incomodidad de ambos ante la crudeza de la sangre, la necesidad de esconderse, uno tras las paredes de Los Pinos ante los sucesos de Ayotzinapa, otro detrás del reiterado e interminable fin del neoliberalismo y la deseestructuración de las familias ante la evidencia del feminicidio como uno de los problemas centrales que su administración debe atender con políticas específicas, eficaces e inmediatas.