Todavía no es oficial, pero parece que el partido que impulsa Felipe Calderón cumplirá los requisitos para obtener su registro. Según la información que hizo público el INE a fines de la semana pasada, la organización Libertad y Responsabilidad Democrática (también conocida como México Libre), ha celebrado ya 231 asambleas distritales y afiliado a 239 mil personas, rebasando el mínimo de 200 asambleas y 234 mil afiliados que establece la Constitución. Si la revisión que la autoridad electoral llevará a cabo entre marzo y junio valida la veracidad de esas asambleas y esas afiliaciones, además de la legalidad de sus informes financieros, todo indica que en la elección de 2021 el calderonismo contará con siglas, recursos y organización propios para disputar abiertamente el poder. Es una excelente noticia para el lopezobradorismo ¿Por qué?
México Libre: excelente noticia para el lopezobradorismo
Primero, porque el antagonismo ordena y dota de significado al conflicto político: determina posiciones, define identidades, genera acomodos que hacen evidente la distinción entre aliados y adversarios. En ese sentido, Felipe Calderón es muy útil. Le ofrece al presidente una clarísima rivalidad a partir de la cual contrastar y reafirmarse. El repudio a su sexenio es un factor que cohesiona a una coalición lopezobradorista cada vez más dividida por sus conflictos internos. Y, por si fuera poco, la figura de “Borolas” es un potente combustible para esa máquina de movilizar agravios, trivializar asuntos y desviar la atención en la que a veces sabe convertirse el lopezobradorismo. En suma, el regreso del expresidente a la política formal es un insumo muy aprovechable para un López Obrador que se mueve como pez en el agua turbia de la confrontación permanente.
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Segundo, porque el partido calderonista contribuirá a fragmentar el ya de por sí fragmentado campo de las oposiciones. No es tanto que represente solo otra opción en la boleta. Es que, por su origen y perfil, no le restará electores a Morena sino al PAN: el partido de oposición todavía más “fuerte”, pero apenas un insípido resabio de lo que llegó a ser. Si tiene éxito, Calderón acabará con su expartido; si no, al menos le hará la vida un poco más difícil. En cualquier caso, lo suyo será un trasvase de electores que de todos modos no votaron ni iban a votar por Morena. Algo que al lopezobradorismo le hace, como tanto les gusta repetir, “lo que el viento a Juárez”. A los demás partidos difícilmente podrá quitarles muchos votantes porque, más allá de variables ideológicas o socioeconómicas, da la impresión de que ya están en los huesos (nomás quedan los amigos, la familia y el staff, ironizaría John McCain). Tal vez México Libre pueda tratar de cortejar a algunos de los llamados electores “independientes” o “indecisos”. ¿Cuáles? ¿Cuántos? ¿Cómo? Tratándose de un grupo tan heterogéneo y volátil, es difícil entreverlo.
Y tercero, porque al igual que otras agrupaciones políticas que están en condiciones de obtener su registro como partidos (el nuevo PES, el nuevo Panal, el nuevo partido de Elba Ester Gordillo; y el nuevo partido de Ricardo Monreal), el nuevo partido de Calderón puede representar muchas cosas excepto… novedad. Podrá tener un nombre nuevo, cultivar una nueva imagen, incluso reclutar nuevos cuadros; pero, en verdad, ¿qué de novedoso puede ofrecer el calderonismo en términos de ideas, de liderazgo, de porvenir? La fuerza del fenómeno López Obrador, a pesar de sus incontables limitaciones y defectos, no es un accidente histórico. Quienes quieran competirle en serio necesitan imaginar una alternativa que se haga cargo de sus causas y su arraigo, de su capacidad de movilizar afectos e inspirar esperanza. Convocar, en suma, a un México no pre- sino post-4T. El expresidente Calderón no es, no puede ser, ni por vocación ni por trayectoria, quien encabece ese proyecto.
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La posibilidad de derrotar al lopezobradorismo pasa, en este momento, por dividir a su coalición, unificar a sus oposiciones y proponer futuro. El nuevo partido de Felipe Calderón no hará ninguna de esas cosas; hará, de hecho, exactamente lo contrario: unificar a su coalición, dividir a sus oposiciones y proponer pasado. Por eso, insisto, es una excelente noticia para los lopezobradoristas.
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