Hoy, muchos simpatizantes del lopezobradorismo están convencidos de que tienen el monopolio de la ética. De que los valores que inspiran los programas del gobierno bastan para disculpar cualquier vicio en su diseño, su implementación o sus efectos. De que la obligación de velar por las personas más pobres y excluidas, de atender la llamada “deuda social”, vuelve superflua toda racionalidad financiera, jurídica o de política pública. De modo que formular reparos o críticas en ese sentido acaba siendo no un derecho sino una inmoralidad. Como si disputar los medios equivaliera, en automático, a descalificar los fines.
En suma, a ciertos lopezobradoristas les gusta pensar que ellos son los únicos que quieren hacer cosas buenas; a ciertos neoliberales, que ellos son los únicos que saben hacer las cosas bien. Uno y otro son razonamientos equívocos, falaces, pero que responden a una evidente intencionalidad política: comunicar que no hay de otra; deslegitimar al adversario; antagonizar conforme a los términos, muy engañosos y, sin embargo, también muy efectivos, de un falso debate. Ambos desembocan, en suma, en la imposibilidad de una discusión constructiva entre distintas alternativas.
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La comparación viene a cuento a propósito de la polémica que ha provocado el nuevo Instituto de la Salud para el Bienestar (INSABI), la apuesta más emblemática en materia de salud del gobierno lopezobradorista, y que supuso la cancelación del Seguro Popular, a su vez la política más importante en el sector que hubo en México desde el gobierno de Fox hasta el de Peña Nieto. Los partidarios del INSABI se han dedicado a señalar los defectos y limitaciones del Seguro Popular; sus detractores, en cambio, insisten en que se trata de una política que constituye un paso en falso, un riesgo, un retroceso. La polarización muy rápidamente ha hecho el trabajo de enlodar el ambiente e impedir una conversación sensata que se base más en la experiencia que en las expectativas, que pondere la evidencia empírica en lugar de sustituirla por las filias y fobias de cada bando, que no asuma que las fallas de uno se traducen en aciertos del otro.