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La Estampa | Las equivocaciones de Jesús Seade

El cierre de las negociaciones sobre el T-MEC es una buena noticia, pero dejó ver defectos por parte del gobierno federal y de su negociador frente a Estados Unidos y Canadá, escribe León Krauze.
jue 19 diciembre 2019 06:15 AM
Jesús Seade
El subsecretario para América del Norte de la Secretaría de Relaciones Exteriores es el negociador designado por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador para el tratado que reemplazará al TLCAN.

La conclusión de las largas negociaciones del famoso T-MEC es una buena noticia para México. En nada ayudaba el clima de incertidumbre, que ha nublado la región desde que Trump eligiera al tratado, el más ambicioso y exitoso de su tipo en el mundo entero, como su proyecto a desmantelar.

Tener un nuevo tratado servirá para dar certeza a la economía y permitirá, idealmente, que el gobierno mexicano se concentre en otros temas, igualmente urgentes, en la relación bilateral. Por esto y más, que el tratado esté cerca de su ratificación final es, hay que repetirlo, una buena noticia.

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Lo que no ha sido una buena noticia es el cúmulo de defectos que la negociación ha revelado en el gobierno de México, que ha demostrado verdadero talento para la erosión institucional y la consolidación del poder, pero muy poca paciencia y pericia para construir. El último tramo de estira y afloja del tratado es el ejemplo perfecto. El gobierno mexicano optó, contra toda lógica y sensatez, por encomendar el hilado fino de la negociación final del tratado comercial más importante de la historia del país no a un grupo de expertos, que pudo haber estudiado y negociado con calma y pleno conocimiento de causa, sino a un solo hombre: el subsecretario Jesús Seade.

Célebre en los círculos diplomáticos por, digamos, tener una elevada opinión de sí mismo, Seade se hizo de las riendas de la negociación confiando, antes que nada, en su buena relación personal con Robert Lighthizer, el representante comercial del gobierno estadounidense.

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Seade presumió su amistad con Lighthizer en entrevistas públicas y conversaciones privadas. El subsecretario pensó que con eso bastaba. Se equivocó. Cuando en la mesa están sentados (o representados) actores tan complejos como Richard Trumka, el poderoso líder sindical estadounidense, la supuesta buena fe de un amigo de años no debió ser garantía suficiente.

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Aunque haya T-MEC y el T-MEC sea tan importante, el subsecretario Seade se equivocó en los modos, la respuesta y la reacción a la crisis. Más allá de cuál sea la conclusión definitiva del ir y venir sobre la supervisión laboral estadounidense en México, las maneras con las que Seade ventiló el desacuerdo han exhibido dos defectos imperdonables: soberbia e improvisación, ambos evidentes, por ejemplo, cuando el propio subsecretario optó por emular a otros miembros del equipo lopezobradorista lanzándose contra la prensa que, desde el ejercicio del periodismo, lo cuestionó. Mal y de malas.

Con la elección presidencial en puerta en Estados Unidos, la agenda bilateral se complicará en otros asuntos. Esperemos que Seade haya aprendido la lección de sus propios límites.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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