Antes de la campaña de 2018, AMLO era muy crítico de la hostilidad de Trump contra México y los mexicanos, de su política migratoria, y de lo que llamó el “silencio cómplice” del entonces presidente Peña Nieto. Incluso publicó un libro (Oye Trump. Propuestas y acciones en defensa de los migrantes en Estados Unidos) en el que no escatimaba adjetivos para Trump y los trumpistas –demagogos, xenófobos, neofascistas– y en el que aseguraba que actuaría “en defensa de los derechos humanos de nuestros paisanos y de todos los migrantes del mundo”. También prometió que se opondría “a la creación del muro, a las deportaciones y a la toma de decisiones unilaterales y prepotentes en materia de libre comercio”. Y durante el segundo debate dijo que cuando el presidente mexicano fuera honesto y tuviera autoridad moral Trump aprendería a respetar a México.
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Durante los primeros meses de su gobierno, AMLO comenzó a impulsar una nueva política respecto a la migración centroamericana, misma que fue caracterizada como más justa, abierta y humanitaria. No obstante, cuando esa política respecto a la frontera sur empezó a generar fricciones con Estados Unidos por sus efectos en la frontera norte, Trump amenazó con imponer aranceles a productos mexicanos si López Obrador no hacía más por reducir significativamente esos nuevos flujos migratorios. El presidente mexicano accedió de inmediato, abandonando su política inicial y adoptando otra mucho más acorde con la que exigió Trump.
Recientemente, a raíz de la masacre de nueve integrantes de la familia LeBarón en Chihuahua, Trump lanzó una nueva amenaza: declarar a los cárteles del narcotráfico organizaciones terroristas. Como han escrito ya varios observadores, es poco probable que lo haga, pero es casi seguro que a cambio de no hacerlo exija cambios en la política de seguridad “pacifista”, por llamarla de algún modo, que ha promovido AMLO. ¿Cederá de nuevo?