En el entorno que vivimos desde hace unos años, en el que las instituciones creadas para salvaguardar la gobernabilidad y los equilibrios del país resultan obstáculos o motines para los presidentes en turno, es urgente homologar criterios mínimos para las instituciones clave al menos.
Uno de los principales factores que deberíamos considerar es minimizar lo más posible los cargos en los que el Ejecutivo sea quien emite la propuesta de nombramientos al Congreso.
Para organizaciones especializadas, como las de naturaleza económica, debería ser siempre un cuerpo colegiado de instituciones especializadas el que se encargara de la recepción, el estudio y la selección de perfiles, para emitir la terna que deberá enviarse al Legislativo.
También, la experiencia muestra que en el Senado es más difícil que se logren supermayorías legislativas, por lo que funciona mejor como contrapeso. En este sentido, los nombramientos más delicados deberían ser competencia de esta Cámara únicamente.
En un intento desesperado por guardar las formas y los equilibrios, se han dado facultades a la Cámara de Diputados de ratificar nombramientos clave, como los del INE. El caos que generalmente premia en esta Cámara, y más hoy, debería ser razón suficiente para no darle temas tan sensibles.
Otro aspecto fundamental es eliminar la facultad presidencial de emitir nombramientos cuando se rechazan sus ternas en el Congreso un determinado número de veces. En estos casos, deberían ser cuerpos colegiados los que realicen el nombramiento para asegurar que no hay conflicto de interés.