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#ColumnaInvitada | El joven normalista que me enseñó a soñar

En los ojos de Omar García se veía la furia, la frustración, la necesidad de justicia por sus compañeros de la normal de Ayotzinapa, escribe Ixchel Cisneros.
jue 26 septiembre 2019 06:30 AM
Ixchel Cisneros Soltero
Periodista y directora de @eldiadespuesmx.

“En México se asesina extrajudicialmente a estudiantes. En México se desaparece a estudiantes, a líderes sociales, campesinos, obreros y a quien esté en contra del régimen”, Omar García.

Yo estaba en el público cuando el entonces normalista hizo esta declaración, era octubre de 2014. Estudiantes sobrevivientes del ataque, familiares y abogados daban la primera conferencia de prensa tras la desaparición de los 43 muchachos y el asesinato de 6 personas.

En los ojos de Omar se veía la furia, la frustración, la necesidad de justicia. Él estudiaba el último año en la normal rural de Ayotzinapa y era quien coordinaba a varios de los chicos que habían desaparecido.

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Vocero. Omar dejó sus estudios en la normal Isidro Burgos para convertirse en vocero del movimiento de padres.

La tarde del 26 de septiembre habría acudido a Iguala en respuesta al llamado de auxilio de los normalistas de primer ingreso que fueron rodeados, baleados, bajados de los camiones y subidos a patrullas. Ese día, Omar salvó la vida, corrió por ella, y en su camino ayudó a los heridos a llegar a un pequeño hospital donde el ejército mexicano los amedrentó, señaló como criminales, arrebató sus celulares y, más importante aún, dejó sangrar a quienes pedían auxilio.

Desde el principio se convirtió en un líder del movimiento. Certero en sus comentarios, claro en sus posturas, honesto con su pasado y crítico con el normalismo militante donde no se permite discernir.

Sus ideas incomodaron tanto que fue expulsado de Ayotzinapa, aún así, él no perdió su tímida sonrisa.

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Para su beneplácito, el tiempo le dio la razón. Un día llegó feliz, como niño al que por fin lo habían exculpado de su travesura, y me contó que el normalista que había promovido su salida de Ayotzi, apoyaba la reforma educativa y había asistido a un evento con el entonces secretario de Educación, Aurelio Nuño.

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Como muchos de los estudiantes de la normal, Omar creció en el campo y aprendió a trabajar la tierra desde niño. Con sus hermanos se “rentó” para cosechar amapola a los 13 años y decidió ser maestro como oportunidad de vida. Hoy tiene 31 años, estudia derecho y ha viajado por el mundo exigiendo la aparición con vida de sus 43 compañeros y castigo a los responsables.

“El 26 nos cambió por completo, no nada más a nosotros, a todos… la experiencia más grande que nos podemos llevar es que despertó a millones”, me dijo la primera vez que lo entrevisté. Y tiene razón, hay un antes y un después en la historia de México tras lo ocurrido en Iguala.

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Siempre me he preguntado por qué el caso Ayotzinapa fue más conocido que muchos otros de desapariciones masivas donde también intervino la autoridad, y cinco años después, mi única respuesta es que fue gracias a testigos como Omar que no se amedrentaron, no se cansaron de decir lo que había ocurrido y de señalar a los responsables.

Aquí seguimos y seguiremos #HastaEncontrarles.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autora.

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