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¡Vivan los héroes anónimos!

Hace dos años vi el espíritu de los héroes anónimos, eran miles de jóvenes con picos y palas moviendo escombros, montando centros de distribución para los más necesitados, escribe Caleb Ordóñez.
mié 18 septiembre 2019 11:26 AM
Caleb Ordóñez promo
Abogado, comunicador y especialista en Periodismo digital por la Universidad Complutense de Madrid.

Ahí estaban reunidas las personas, miles y miles, como un río que desbordaba al Zócalo capitalino. Todos llegaron bajo su propio pie. Como se supo, no hubo camiones acarreando gente de las colonias humildes como en otros años. El ambiente se sentía muy diferente. La emoción de los asistentes combinada con el júbilo de ver el primer “grito de independencia” oficiado por el presidente López Obrador daba muestra de que éste no seria, de ninguna manera, un día más, sino un hito en la historia del país.

La sonrisa de los congregados era contagiosa, entre bailables, cantos y mensajes por parte de los conductores del magno evento. No cabía ni un alfiler en la inmensa plaza. Faltaban apenas minutos para que el presidente, acompañado de su esposa, saliera al balcón a gritar los históricos “Vivas” a los héroes nacionales. La enorme banda de guerra hacía su aparición; mientras, la gente se agolpaba y preparaba sus teléfonos celulares para grabar en video el esperado momento.

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En la señal de televisión abierta, se enfocaba a un grupo de niños extasiados, que no paraban de gritar y externar su entusiasmo. Levantaban sus pequeñas banderas y las ondeaban entre el impresionante ruido que provocaban las matracas, las cornetas y los gritos impetuosos de los miles de asistentes.

“¡Mexicanas y mexicanos!”, se escuchó decir tajantemente al presidente en el sonido local y la gente explotaba de exaltación.

Se trata de civismo

Ese 15 de septiembre, me encontraba en un evento, invitado por muy buenos amigos quienes generosamente habían pagado mi boleto para que les acompañara. Llegué al salón de aquel club de golf exclusivo, dando mi nombre mientras lo buscaban en la lista de asistentes. Un camino lleno de luces tricolores y pisos perfectamente encerados daban la bienvenida al prestigiado lugar, donde convivían los vecinos del fraccionamiento. Era lo más parecido a una boda mexicana, con la variable de que los niños tenían una gran cantidad de juegos, como en una especie de pequeña feria. Al fondo, una cantidad de puestos de antojitos y postres mexicanos que sinceramente me sorprendió.

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Era una fiesta cien por ciento “fifí”. La música estaba a cargo, primero, de un trío que tocaba música de los panchos, Agustín Lara y de otros grandes compositores mexicanos. Luego, el mariachi haría su deslumbrante aparición. Los sones y corridos de distintos estados deleitaban al público, que se iba relajando y disfrutando de la velada, todos acompañados por botellas de tequila y otras bebidas ilimitadas, incluso de las mejores marcas.

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Poco a poco, los sonidos de las risas se convertían en carcajadas y las copas chocaban de mesa en mesa. Se respiraba un ambiente de fiesta y camaradería, como en toda celebración mexicana.

“¡Mexicanas y mexicanos!”. Se escuchaba retumbar; era la reconocida voz del presidente López Obrador, lo que hacía que los asistentes voltearan a ver las ocho pantallas gigantes instaladas. Los niños corrían hacia la pantalla más cercana a los juegos.

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El presidente aparecía en escena, ataviado con la banda presidencial que tanto anheló poseer algún día. En aquel lugar, el abucheo se iba incrementando hasta el grado de llegar a las mentadas de madre que le proliferaban al ejecutivo, los socios del club.

Por otra parte, sus hijos, no dejaban de mirar la pantalla y sin recato gritaban ¡Viva! Cada vez que el presidente nombraba a algún héroe. Se volteaban a ver unos a otros sonriendo, disfrutando ese momento tan mexicano".

Eran dos bandos contrarios, mientras los abuelos y padres adinerados mostraban su enojo y desagrado, el contingente de infantes ondeaban sus pequeñas banderas. Yo estaba en medio de los dos grupos y recordé lo maravilloso que es cuando los niños ponen el ejemplo de civismo y patriotismo. Que a ellos no les importa si el presidente es de izquierda o derecha, neoliberal o socialista, panista, priista o de Morena. Lo importante es sentirse orgullosos de ser mexicanos.

“¡Viva la independencia!, ¡Viva Miguel Hidalgo y Costilla!, ¡Viva José María Morelos y Pavón!, ¡Viva Josefa Ortiz de Domínguez!, ¡Viva Ignacio Allende!, ¡Viva Leona Vicario!, ¡Vivan las madres y padres de nuestra patria!”. Hasta ahí, el Grito se escuchaba tradicional. Sin embargo, el presidente había prometido otras “vivas” para completar las 20 que en alguna rueda de prensa mañanera había señalado. “¡Vivan nuestros héroes anónimos!, ¡Viva el heroico pueblo de México!, ¡Vivan las comunidades indígenas!, ¡Viva la libertad!, ¡Viva la justicia!, ¡Viva la democracia!, ¡Viva nuestra soberanía!, ¡Viva la fraternidad universal!, ¡Viva la paz!, ¡Viva la grandeza cultural de México!, ¡Viva México!, ¡Viva México!, ¡Viva México!”.

La fiesta en la que me encontraba continuaba con un espectáculo de juegos pirotécnicos y luces que estallaban en el cielo, de tal calidad que los envidiaría cualquier alcalde de una gran ciudad. La gente se amotinó para ver la función en el extenso jardín que tenía como marco el maravilloso campo de golf, de aquel lugar tan “fifí”.

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Sin rostros y sin nombres

El que los “héroes anónimos” fueran mencionados por el presidente llamó profundamente mi atención. No sé exactamente a quiénes se refería. ¿Eran los batallones y ejércitos que libraron enfrentamientos espectaculares contra potencias mundiales y en las guerras civiles, de los cuales no tenemos nombres registrados en nuestros libros de texto gratuitos de educación básica?

Y es que todos los héroes son anónimos. Los verdaderos, los que no buscan el protagonismo, ni salir en las portadas de las revistas o tener su nombre impreso en las boletas electorales. Los verdaderos héroes mexicanos no están muertos; sin embargo, libran batallas dignas de ser contadas con las mejores reseñas. Me refiero a quienes, desde la trinchera que les ha apasionado crear, buscan cambiar al país sin banderas, partidos o colores.

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A los que nadie conoce, pero dirigen centros de rehabilitación de adicciones por todo el país, sufriendo el desdén y la pobreza ocasionada por la apatía social. A quienes trabajan diariamente contra la pobreza y el hambre sin el patrocinio de ninguna empresa de renombre. Algunos realizan extensas investigaciones periodísticas que hacen temblar a los poderosos, e incluso son amenazados de muerte.

A ellos, que han dedicado su vida al medio ambiente y son tachados de locos o hippies. Otras y otros que ensueñan un país libre de violencia de género y feminicidios. Aquellos que, sin necesidad de publicar su trabajo en redes sociales, van a lo recóndito de las sierras, selvas y las zonas manchadas de marginación para llevar salud a los más necesitados.

Los que han hecho de la cultura su alimento y buscan propagarla en el territorio nacional. Sin tener una sola grabación en Spotify o Amazon music.

¡Hay muchísimos de esos idealistas a lo ancho y largo del territorio nacional, con cientos de causas justas!".

Héroes que unen al país

Yo vi el espíritu de esos héroes anónimos. Hace dos años exactamente, fui testigo. Eran un ejército, de entre los más jóvenes, a quienes tachaban de frívolos, egocéntricos y apáticos. Los vi marchando con picos y palas, montando centros de distribución para los más necesitados.

Después de que la Ciudad de México tembló fuertemente, en 19 de septiembre de 2017, vi una nación sin rostros y sin nombres despertar para cumplir la verdadera ilusión de aquellos héroes que sí tuvieron fama gracias a que sus ideas de patria retumbaron en los corazones de quienes creyeron en que un día veríamos a una nación fuerte, unida y libre.

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Yo los vi, eran tropas de personas que dejaron atrás sus divisiones, diferencias políticas, religiosas o sociales. Hoy los recuerdo con la ilusión de volverlos a encontrar igual de unidos que en la desgracia, dejando atrás la polarización, para seguir construyendo la concordia que ponía la piel chinita a cualquiera.

Por eso no puedo dejar de pensar en ese grito: “¡Vivan los héroes anónimos!”. Porque todos conocemos de una o uno que no busca reflectores para hacer el bien. Esa gente que nos inspira e incluso nos enfrenta para ser mejores personas. Quizá mientras lees esto, ya te viene a la memoria un mexicano ejemplar que nadie conoce, pero que su testimonio de vida también te hace gritar “¡Viva!”, porque todos somos fruto del ejemplo de quien nos enseñó a amar a este país.
Sí, ¡que vivan los héroes anónimos!

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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