La gran mayoría de madres mexicanas aman profundamente a sus hijos. Ellas, en el segmento de familia que se ubiquen, tienen un reto muy grande por sanear socialmente a la sociedad. Dejando de ser condescendientes y sacrificadas con sus hijos, enseñando a los varones a proteger y respetar a las mujeres, reprendiendo cualquier actitud y palabra machista del niño. Reconociendo que todo lo que se aprenderá en casa, se expondrá algún día.
Las madres tienen “armas especiales” sobre sus hijos, pues sabe como hablarles, conoce sus fortalezas y debilidades.
Por supuesto que el reto es para las familias, no solo para las madres, el gran reto es devolver los valores a cada integrante, sin quitarle total responsabilidad a los tres niveles de gobierno.
Cada quien haciendo lo que nos corresponde, sin lavarnos las manos. Más allá de pedirle a los maleantes “no dañar a sus mamacitas”, sería más valioso mostrar los beneficios, tanto de los programas y políticas públicas, que se tienen a favor de empoderar a las madres, para que dejen de ser aquellas “pobrecitas” que tienen hijos malos.
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Los cambios no serán mágicos, los delincuentes no irán a pedir perdón a sus madres, dejar las armas y su vida criminal. Sin embargo, cuando nazca un movimiento contracultural de madres (apoyadas por todos) con el férreo ideal de formar a hijos sin solaparlos, justificarlos o defenderlos ciegamente; encaminándolos a no tolerar la violencia, la corrupción o la delincuencia. Entonces, existirá la esperanza suficiente, para creer que los niveles de criminalidad, el narco y la violencia, en un día no muy lejano, estarán derrotados.
Cuando una persona decide cambiar, se transforma su entorno. Si muchas personas deciden cambiar, transforman a su país.
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