Quieren aparentar ser perfectos y expertos en todos los temas. ¿Quiénes son progresistas y quiénes conservadores? Eso parece ser lo de menos. Son pragmáticos y pospolíticos. Ya no se distingue entre “derecha” e “izquierda”. Pareciera que casi todos son iguales, que buscan solo defender sus intereses. “Chairos” o “fifís”, da igual. Unos quieren derrocar al presidente y a su partido, mientras que los fieles morenistas quieren perpetuarse en el poder y justificar la actuación del Ejecutivo.
Ellos, la pesada clase política, que pueden ofenderse entre unos y otros, pero jamás hacerse daño. Ayer podían flagelar a Carlos Slim y llamarle “magnate”, “neoliberal” o “tirano”, y luego de una mañanera se “convierte”, se “limpia” y es “ungido” para ser un “empresario ejemplar”. Porque en el México moderno, el de la 4T, todo significa quedar bien con el presidente. Darle un abrazo con fotografía incluida basta para restaurar años de linchamiento público y ganarse el corazón de sus aplaudidores.