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Los claroscuros de la cuarta transformación

Más allá de sus conocidas polémicas y controversias, este gobierno llegó a este informe con profundos claroscuros. Cambios muy buenos y otros muy malos, escribe Don Porfirio Salinas.
lun 02 septiembre 2019 04:17 AM
Don Porfirio Salinas
Don Porfirio Salinas es híbrido de política, iniciativa privada y escenario internacional. Priista orgulloso de “el valor de nuestra estirpe” (Beatriz Paredes dixit); antagónico al Peñismo, que atentó contra esta estirpe. Convencido de la política como instrumento de construcción de país, desde cualquier trinchera.

El primer informe de cualquier nueva administración suele dejar fuera una cuarta parte del primer año de gobierno, pues se hace a los nueve meses de iniciado.

Adicional a esta realidad, en el caso de la presidencia actual, este informe de gobierno pierde algo de relevancia y sorpresa al ser colección de todas las mañaneras.

Por eso, más que analizar lo que se dijo o no en el informe de ayer, lo importante es ver en qué va este gobierno, qué lo caracteriza, qué sí ha cambiado, y cómo ha impactado.

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Más allá de sus conocidas polémicas y controversias, este gobierno llegó a este informe con profundos claroscuros. Cambios muy buenos y otros muy malos.

Algo que todos debemos reconocer como un gran avance es la visible sencillez de los altos funcionarios actuales, empezando por el propio presidente.

Los gobiernos anteriores cada vez más se caracterizaban por los excesos públicos, los despilfarros, la soberbia, y su halo de seres superiores inalcanzables. Eso los alejó de la sociedad.

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Hoy, la conducta es diametralmente distinta. Los funcionarios son más discretos; sin ejércitos de asistentes, acompañantes y guaruras. Personajes accesibles en su mayoría.

Otro cambio positivo es poner el combate a la corrupción en el centro de la agenda pública, cuando antes se rehuía. Visibilizar este flagelo es dificultar su permanencia.

Y también es de altísima relevancia el discurso social, de justicia y equidad. Un discurso que pone en el centro de cualquier debate público a los más rezagados, a los olvidados.

Todos estos aspectos urgían en un México de profundos contrastes, de cada vez menor igualdad de oportunidades. Un México de privilegios, de exclusión. Un México ofendido.

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Sin embargo, hay muchos aspectos de estos nueve meses de gobierno que generan gran preocupación, y que nos deben alertar a todos.

La incongruencia es el primero y más importante. La base del actual proyecto era la de diferenciarse de los gobiernos anteriores. Pero hoy, se replican muchos de sus errores.

Hoy, igual se gobierna con profunda opacidad. Se cambian leyes a modo como nunca antes para beneficios particulares. Se da grandes responsabilidades a personajes obscuros y cuestionados.

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Durante campaña, se propugnó por una sociedad democrática de derechos y libertades. Pero diario hay una crítica encarnizada y visceral contra todo el que piense diferente al líder, al caudillo.

No importan las pruebas, importa desacreditar a cualquier posible amenaza al régimen, aunque no haya sustento.

Criticaron los programas sociales anteriores por asistencialistas, clientelares y opacos. Pero se sustituyen con programas sin reglas claras de operación, altamente discrecionales y clientelares.

La incapacidad es otra constante del actual gobierno. Y es evidente tanto en el Ejecutivo Federal como en sus mayorías legislativas.

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La mal entendida austeridad ha generado un desmantelamiento de la administración pública federal. Se desmontó cualquier capacidad instalada.

En reemplazo, llegan hordas de personajes improvisados, que no entienden de reglas ni procedimientos. Que se mueven solo por sus prejuicios y desconocimiento.

Esta situación también es notoria en los legisladores que acompañan al Presidente, lo que ha resultado en algunas de las peores reformas legales que hayamos visto en mucho tiempo.

Otra característica delicada es el pleno desprecio por la política como instrumento de consensos. Hoy la constante son la imposición y el mayoriteo que siempre señalaron.

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Hoy, el desprecio al sistema democrático y de partidos genera un partido en el poder debilitado, dividido y sin guía del líder, porque así ese líder se mantiene como único decisor.

En este mismo desprecio, el presidente deja ir la oportunidad de transformar el informe en un ejercicio democrático. En regresar al seno del Congreso a debatir.

No debería preocuparle, si hoy tiene la mayoría de ambas cámaras. Hoy podría lucir en un ámbito que puede controlar. Pero le da más miedo ser evidenciado.

Y está la soberbia como otro gran pilar. Esa soberbia que tanto caracterizó a Calderón y a Peña, cegándolos hasta su total desprestigio.

Hoy está la soberbia de querer trascender como el creador de la cuarta transformación. De pretender que todo lo nuevo es puro y sabio, sólo porque lo dice el líder.

Decía ayer la Senadora Beatriz Paredes:

"Ojalá no caigan en los errores de sus antecesores, que embriagados por sus propias estrategias publicitarias no se dieron cuenta cuando cometían equivocaciones".

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En estos nueve meses, pareciera que es a eso a lo que se han dedicado.

Este gobierno tiene toda la oportunidad de ejercer un cambio real para bien en el país. De realmente transformarnos a México y erradicar muchos de sus vicios.

Lamentablemente, el gobierno parece carecer de cualquier visión de Estado. De proyectos sostenibles de mediano y largo plazo.

Los discursos, plagados de buenos deseos, no son suficientes para gobernar.

Para gobernar, necesitamos un Estadista, con el temple, la sensibilidad, la madurez y la sencillez suficientes para reconocer los errores que se han cometido y corregir el rumbo.

Aún está a tiempo el presidente. Esperemos que pronto su diagnóstico certero y sus discursos sean empatados con acciones reales y sostenibles para el cambio que a México le urge.
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Don Porfirio Salinas es un híbrido de política, iniciativa privada y escenario internacional. Priista orgulloso de “el valor de nuestra estirpe” (Beatriz Paredes dixit); antagónico al Peñismo, que atentó contra esta estirpe. Convencido de la política como instrumento de construcción de país, desde cualquier trinchera.

Nota del editor: Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.

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