Y está la soberbia como otro gran pilar. Esa soberbia que tanto caracterizó a Calderón y a Peña, cegándolos hasta su total desprestigio.
Hoy está la soberbia de querer trascender como el creador de la cuarta transformación. De pretender que todo lo nuevo es puro y sabio, sólo porque lo dice el líder.
Decía ayer la Senadora Beatriz Paredes:
"Ojalá no caigan en los errores de sus antecesores, que embriagados por sus propias estrategias publicitarias no se dieron cuenta cuando cometían equivocaciones".
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En estos nueve meses, pareciera que es a eso a lo que se han dedicado.
Este gobierno tiene toda la oportunidad de ejercer un cambio real para bien en el país. De realmente transformarnos a México y erradicar muchos de sus vicios.
Lamentablemente, el gobierno parece carecer de cualquier visión de Estado. De proyectos sostenibles de mediano y largo plazo.
Los discursos, plagados de buenos deseos, no son suficientes para gobernar.
Para gobernar, necesitamos un Estadista, con el temple, la sensibilidad, la madurez y la sencillez suficientes para reconocer los errores que se han cometido y corregir el rumbo.
Aún está a tiempo el presidente. Esperemos que pronto su diagnóstico certero y sus discursos sean empatados con acciones reales y sostenibles para el cambio que a México le urge.
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Don Porfirio Salinas es un híbrido de política, iniciativa privada y escenario internacional. Priista orgulloso de “el valor de nuestra estirpe” (Beatriz Paredes dixit); antagónico al Peñismo, que atentó contra esta estirpe. Convencido de la política como instrumento de construcción de país, desde cualquier trinchera.
Nota del editor: Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.