Primero, Morena es un movimiento cuya principal característica es su fraccionalismo y la capacidad de AMLO por dirimir conflictos entre facciones. Morena siempre ha estado dividido, antes y después de Carlos Urzúa.
Carlos Urzúa pertenece a una “facción técnica” o “suave” que fue muy necesaria para tener una campaña electoral exitosa en 2018. Figuras como Carlos Urzúa, Germán Martínez, Gerardo Esquivel, Tatiana Clouthier, Olga Sánchez Cordero, entre otros, proveían de un insumo crítico para ganar en las urnas: la confianza de que habría voces técnicas y moderadas dentro de la coalición gobernante.
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Esa facción, sin embargo, está perdiendo posicionamiento dentro de Morena desde el día en que se ganó la elección. Ello se debe a que hoy los objetivos de Morena han cambiado. El objetivo principal de Morena es implementar la agenda de AMLO a toda costa, y ello implica, a los ojos de AMLO, no dejarse intimidar por “facciones técnicas” que le pidan cautela.
Segundo, AMLO como gobernante, se encuentra en búsqueda de personas que le digan “cómo sí” implementar la agenda con la que fue candidato por 18 años, y no “como no” se puede. Este arrojo es loable y propio de un buen ejecutivo. Sin embargo, llevado al extremo aísla a cualquier persona que le quiera dar un consejo razonable, si este consejo va contra su objetivo.
Así, en esta nueva etapa de Morena como gobierno, la meta es crear política pública que rete al status quo sin temor. Sin dejarse intimidar por gente que, como la “facción técnica”, les diga que lo que lo que buscan implementar no se puede.
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Como resultado, poco a poco se empodera cada vez más la facción de los “puros”. Estas son las personas que han estado con AMLO por mayor tiempo, y van desde Irma Eréndira Sandoval, pasando por Claudia Sheiumbam, Bertha Luján y Rocío Nahle. Los “puros”, también llamada “nomenclatura”, son el tipo de Morenista que AMLO más aprecia actualmente porque son los que le dicen “cómo sí” y sus más leales seguidores.