Con el tiempo, varios futbolistas comenzaron a emigrar siguiendo el ejemplo de Hugo, sobre todo después de la Copa del Mundo de 1986. Para los noventa, la exportación de jugadores mexicanos empezó a crecer. Algunos, como Rafael Márquez, se fueron muy chicos, dejándolo todo para exigirse y superarse, muchas veces en soledad y condiciones adversas.
Para el partido contra Alemania del Mundial pasado, prácticamente todos los jugadores mexicanos ya pertenecían a clubes extranjeros. Uno de ellos fue Héctor Herrera.
La historia de Herrera, quizá el mejor mediocampista mexicano de la última década, es un ejemplo de superación y esfuerzo. Después de salir de Pachuca, Herrera dedicó un lustro a bregar en el Porto de Portugal, un buen equipo en una liga relativamente menor de Europa.