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La Estampa | "El valor de la mañana"

Con esta columna, el periodista mexicano abre la barra de Opinión de Expansión Política, donde cada semana comentará una imagen que retrate un episodio, momento, realidad o personaje del país.
mié 29 mayo 2019 05:40 AM
La mañanera de AMLO
Mañanera. En seis meses de gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha realizado más de 120 conferencias matutinas.

LOS ÁNGELES, California (Expansión Política).- Andrés Manuel López Obrador es un maestro en el arte de la narrativa política. En su época al frente del Distrito Federal, concibió mejor que nadie la importancia de establecer la agenda diaria, de ocupar las sobremesas y dictar los términos de la discusión. Desde hace dos décadas, López Obrador ha sido, para bien o para mal, el gran metrónomo de la vida mexicana: es él quien marca tiempo y tema del debate público.

¿Cómo lo ha conseguido? Primero, con un notable olfato. Como ningún otro político de su generación (y de varias más), López Obrador ha entendido los entusiasmos e indignaciones de la sociedad mexicana. Pero eso serviría de poco sin la disciplina de hablar primero. López Obrador siempre ha entendido el valor de la mañana. Es su territorio, su momento. Muy temprano, antes que nadie, es entonces que establece la agenda.

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Así lo hizo hace años en la capital y así lo hace ahora en Palacio Nacional. Y lo hace muy bien. No hay imagen más emblemática de estos primeros seis meses de gobierno que el ritual diario que escenifica el presidente en Palacio Nacional. Llueve, truene o relampaguee, López Obrador se acerca al podio y habla. Desde ahí elige preguntas. Y habla. Y habla. No hay tema menor, ni asunto que no le merezca comentario. Es nuestro narrador en jefe. Pero no solo eso. También pontifica y descalifica, sus dichos convertidos, de manera inmediata y no siempre merecida, en la nota del día. Algo le ayuda la notable aquiescencia de los medios mexicanos, que optan por transmitir la conferencia matutina como si se tratara de una homilía.

El presidente ha dicho que su intención es mantener el rito a lo largo del sexenio. Se agradece la apertura y transparencia, sin duda. Pero López Obrador haría bien en embridar su vanidad cuando, de manera misteriosa, aparecen en Palacio Nacional sicofantes que le tiran incienso sin el menor pudor.

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El maestro de la agenda política seguramente sabe – o debería saber – que no tiene sentido alguno tomarse en serio preguntas sobre la manera en que logra mantenerse en forma cual “corredor keniano”. La línea entre la información de interés público y la lisonja que solo interesa al presidente es muy, pero muy delgada.

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