Andrés Manuel se forjó en el trópico y la libertad, en la villa Tepetitán, Macuspana, un recóndito poblado del Estado de Tabasco. Entre ríos y lagunas, el pequeño AMLO tenía una vida feliz y sencilla, amante del beisbol y admirador de la naturaleza, así lo recuerdan sus paisanos. Una niñez envidiable, en comparación a la de millones de infantes mexicanos hoy en día.
Las cosas cambiaron para Andrés Manuel, en 1974, Carlos Pellicer, llamado “el Poeta de América” fue quien le inspiró y despertó un cosquilleo político eterno. En 1977, ya como funcionario público en Tabasco, López Obrador comenzó a conocer los vaivenes y obstáculos que se presentan en el mundo de la “grilla”.

Luego, el PRI lo nombraría presidente estatal, pero sus ganas de reformar al partido para democratizarlo le cerrarían las puertas y se iría a radicar a la Ciudad de México.
En 1988, una decisión haría que su fama se extendiera en todo su Estado natal. A un gran costo personal: renunciar a su querido PRI. Una invitación directa de Cuauhtémoc Cárdenas y un “sí”, así comenzaría una serie de candidaturas y a la vez una tortura tras otra; AMLO tomaba la decisión de integrarse a la lucha del Frente Democrático Nacional y perdía en un escenario lleno de supuestas consistencias relatadas por él mismo.
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