María Guadalupe, la médica mexicana que atiende a heridos de guerra en Ucrania
La doctora sabe trabajar en zonas en guerra y con carencia de insumos por la experiencia adquirida en México, donde el sistema de salud enfrenta rezagos y desabasto de materiales sanitarios.
Por las ventanas del tren se ven los campos de girasoles y los sembradíos de espinacas o lechugas que todavía sobreviven. El amarillo y el verde de las flores y los campos, por donde pasan las vías férreas de Ucrania, animaban todos los días a María Guadalupe García Noria. La hacían olvidar, por momentos, que estaba en medio de una guerra.
“Solo estábamos viajando en las vías ferroviarias y, a la hora de llegar a las estaciones del tren, lo único que veíamos eran las plataformas. No podíamos ver las ciudades, si estaban destruidas o no”, cuenta esta médica mexicana de 38 años.
Publicidad
En mayo de 2022 se unió a una misión de la organización internacional Médicos Sin Fronteras (MSF) para llevar atención sanitaria a las personas heridas por la guerra entre Rusia y Ucrania.
Viajó a Lviv, una ciudad del este de Ucrania, y desde ahí dirigió un tren medicalizado, que funciona como una ambulancia de cuidados intensivos e intermedios. En los ocho vagones del ferrocarril, adaptados con camillas y dispositivos médicos, decenas de personas afectadas por la invasión rusa se trasladan al oeste de Ucrania para ponerlas a salvo.
Los paisajes campestres por donde cruzan las vías del tren fueron un respiro para María Guadalupe. Porque al volver los ojos de las ventanas la esperaban niños evacuados de albergues, pacientes con enfermedades crónicas o heridos de guerra que requerían atención médica.
“Yo creo que nos mantenía en una buena situación mental el no ver la destrucción que estaba pasando, sino, al contrario, ver unos paisajes hermosos”, dice en entrevista.
Un grupo de dos médicos, ocho ayudantes de enfermería, un jefe de enfermeros y una enfermera de terapia intensiva, a cargo de María Guadalupe, cuidaban de todos los pacientes. También atendían un tren básico de cuatro vagones destinado a evacuaciones humanitarias.
“Yo los apoyaba por si tenían que modificar el tratamiento o si necesitábamos detener el tren por alguna emergencia, o trasladar a un paciente a un lugar con mayores recursos que el tren medicalizado”, describe.
Publicidad
Cada viaje de ida y vuelta del este al oeste de Ucrania duraba casi 60 horas, estima María Guadalupe. Recorrían mil kilómetros entre trenes de carga y ferrocarriles habituales. Y cuando los ataques rusos cortaban la electricidad el tiempo de traslado aumentaba.
Los dos trenes movilizaban en conjunto a 90 pacientes por cada viaje.
“Inclusive más. Tuvimos un traslado humanitario de niños de albergue, donde fueron 80 niños los que trasladamos con el tren básico”, detalla la doctora.
En coordinación con el Ministerio de Salud y con el sistema ferroviario de ese país de Europa Oriental, María Guadalupe y su equipo organizaban los traslados de los pacientes y, según las necesidades del día, utilizaban el tren medicalizado o el básico.
Además de las labores propiamente médicas, la doctora trabajaba con un equipo de Riesgos y otro de Logística. Con el primero, cada dos horas analizaba la situación de las zonas por donde cruzaría el tren.
“Había nuevas noticias de si teníamos algún riesgo, ya sea delante de nosotros, por las vías o en alguna estación, o en alguna ciudad por la cual pudiéramos pasar”, explica.
Como medida de seguridad, el tren medicalizado se mantuvo con los colores del resto de ferrocarriles de Ucrania.
Publicidad
“Todos los trenes en Ucrania tienen los colores de la bandera, azul y amarillo. Entonces, no se puede distinguir si era un tren medicalizado o tren normal. Lo que sí teníamos dentro de las ventanas o en la puerta principal era el logo de que no se permitían armas”, detalla.
Además, con el equipo de Logística acordaba la adquisición de los insumos médicos y de los alimentos.
“Después de cada viaje preparábamos una lista con lo que se había utilizado y las necesidades para dos viajes más. Siempre hacíamos preparaciones con antelación para que no tuviéramos faltantes de insumos médicos y poder atender a los pacientes durante el viaje”, menciona.
María Guadalupe estudió medicina en la Universidad Autónoma del Estado de México y la especialidad en Urgencias Médico-Quirúrgicas en el Instituto Politécnico Nacional.
Una vez acudió a una charla que ofreció MSF en México sobre la Medicina Humanitaria.
“Escuché a una compañera médico general y, con su experiencia, en ese momento dije: 'Yo quiero hacer eso, yo quiero poner en práctica mis conocimientos en otro tipo de conflictos, en gente que tiene la necesidad’", afirma.
En 2017 se unió a MSF y fue a su primera misión. Tenía 33 años. Desde entonces, ha participado en proyectos de atención médica en distintos lugares en conflicto bélico. Fue a Sudán, después de la revuelta civil. También ha estado en Irak y tres veces en Yemen.
Además de la preparación que le otorga MSF, María Guadalupe sabe cómo trabajar con carencia de insumos y esa experiencia se la dio el estudiar en México, donde el sistema de salud enfrenta rezagos y en ocasiones desabasto de fármacos y otros materiales sanitarios.
“Desgraciadamente, en nuestros hospitales cada año que pasa, cada sexenio que pasa, tenemos menos recursos, menos insumos y tienes que lidiar con ofrecer la misma o mejor calidad con los pocos insumos que tienes y eso te hace una persona más hábil”, indica.
Algunos de sus colegas de países con mayores recursos batallan cuando les falta un insumo en las zonas de guerra. “Dicen no, no puedo trabajar si no tengo esto en específico”. Pero María Guadalupe sabe cómo atender con calidad aunque haya menos recursos.
Su estancia en el tren medicalizado de MSF le recordó los días en que hacía guardias en los hospitales de México.
“Es como estar en el hospital, como en una guardia de muchas horas, donde sigues al pendiente de los pacientes, aunque no estés a su lado, pero sigues pensando: ‘El paciente en tal cama necesitaba que yo revisara su presión. El paciente en tal cama estaba muy asustado’. Entonces, el dormir es apenas dormir, porque estás pendiente de que esos pacientes estén bien, estén cómodos y que ellos sean los que puedan dormir”, afirma.
Lejos de casa
El 5 de septiembre de 2022, el periodista Oleksander Pronkevych escribió en La Voz de Galicia que el girasol es el símbolo de la resiliencia de Ucrania. Esta flor, que se extendió en Europa después de que los españoles la llevaron allá desde América, explica, se adaptó tan bien en Ucrania que este país ahora es líder mundial en la producción de aceite de girasol.
“El formidable tallo ata la flor con el suelo fértil de donde el pueblo ucraniano extrae su energía”, escribió Pronkevych.
Aunque no es ucraniana, los campos de girasol también animaron a María Guadalupe durante los dos meses que estuvo en Ucrania.
Desde que Rusia invadió este país hace siete meses, la ONU contabiliza 8,616 personas heridas y 5,900 civiles muertos, entre ellos 370 niños.
Al permanecer todo el tiempo en el tren, María Guadalupe carecía de una buena conexión telefónica y de internet para comunicarse con los amigos y la familia que siempre la esperan en México.
Entonces veía girasoles. “Todo amarillo, amarillo”. Y en cuanto llegaba a una ciudad con conexión, enviaba un mensaje por Whatsapp a sus seres queridos, una breve nota de voz o un sticker. Señales de vida.
“Al principio, ellos eran los renuentes y los más asustados de que yo fuera a conflictos bélicos a apoyar como médico. Y ahora, ya después de varios años, ya cinco años, ya están más acostumbrados, pero no menos asustados”, dice la doctora sobre su familia.
Entonces, el regreso a casa, a la vida cotidiana, lo vive extraño pero lo disfruta.
“Se siente muy cálido y se siente la felicidad de llegar a tu país y que digas: ‘Bueno, ya estoy aquí, taquitos todas las noches, salsa para todo’".
Otras experiencias con los pacientes también le permiten seguir con su trabajo en situaciones difíciles.
Por ejemplo, comparte, una vez trasladó a una adulta mayor herida por una detonación que ocurrió cerca del patio de su casa. La anciana vivía sola porque sus hijos no residen en Ucrania.
Le preguntó su nombre a la doctora mexicana. “Y al decirle ‘María’ me dijo: ‘Ay, mi nieta también se llama María. Y yo creo que en ti estoy viendo reflejada a mi nieta’. Y me agradeció”, cuenta la doctora. La señora sobrevivió y la llevaron a Leópolis.
“La Medicina Humanitaria es una medicina que en lo personal me llena más y puedo ver esos frutos a corto plazo, un antes y un después de cuando yo estoy en cada proyecto".