Pero el crimen organizado los tiene en la mira para cooptarlos y adherirlos a sus filas o bien para victimizarlos con el fin de trata de personas, explotación laboral o sexual.
“Según datos de la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación de México, en 2022 se detectaron 18,300 niñas y niños extranjeros de países centroamericanos como Guatemala, Honduras y El Salvador que se encontraban en nuestro país, una situación que empeoró tras la pandemia, en que se multiplicó la movilidad de niños no acompañados por la acentuación de la crisis sanitaria y económica que atravesamos exponiéndose a la trata de personas, explotación sexual o trabajos forzados por el crimen organizado”, señaló JUCONI.
La mayoría de los infantes que atraviesan México hacia Estados Unidos son varones que huyen de las pandillas, la pobreza o la violencia en casa.
JUCONI, gracias a su experiencia en cuidados residenciales, fue considera por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados para abrir un modelo de cuidado residencial para los jóvenes de Honduras, Nicaragua y El Salvador.
Los jóvenes y niños no acompañados, en estas caravanas migrantes, son más proclives de ser identificados por grupos delincuenciales para ser cooptados por éstos, informa en entrevista con Expansión Patricia Vázquez, directora de la fundación.
Desde el sur del país -Chiapas, principalmente- llegaron a JUCONI los casos más extremos: jóvenes que llegaban huyendo de las llamadas maras o que fueron parte de éstas. Por lo cual requerían un tratamiento terapéutico muy especial.
"Una lección que aprendimos es que no todos están en las caravanas por las mismas circunstancias": algunos quieren llegar a Estados Unidos a trabajar, otros tienen un familiar allá, algunos más están huyendo de las pandillas, otros cometieron algún delito y escaparon y otros no tienen un rumbo fijo y ni siquiera saben a dónde van a llegar o si encontrarán a alguien que los pueda ayudar en la Unión Americana.
Muchos de esos chavos salieron -hacia Estados Unidos- porque la calle era un lugar mejor que sus propias casas
Parte del convenio con la ACNUR es ayudarlos a terminar sus estudios, dotarlos de alimentación. Algunos llegaron con anemia y trastornos psiquiátricos (por desbalances bioquímicos), entre otros problemas de salud. El reto era que, durante su cuidado y crecimiento, adquirieron la mayoría de edad. Y, bajo la tutela de JUCONI, estos chicos ahora están colocados en diversos puestos laborales en Puebla.