Previo a que concluyera la presidencia de México en la Cumbre de la Alianza del Pacífico, el mandatario mexicano hizo un llamado al Congreso de Perú para que permitiera a su entonces presidente salir el país y venir a tierras mexicanas.
Esa mañana del 21 de octubre, el presidente López Obrador acusó que su homólogo era víctima de hostigamiento, a pesar de haber sido electo mediante elecciones meses atrás.
“El presidente Pedro Castillo ganó en elecciones democráticas, pero no lo dejan, lleva poco tiempo y lo han estado hostigando. Desde luego, pues ellos tienen sus políticas porque es un país también libre, independiente, soberano, pero aprovecho para hacer este exhorto respetuoso a que esté con nosotros el presidente del Perú, porque es miembro”, dijo.
Cuando la destitución llegó, el presidente de México fue una de las pocas autoridades en el mundo en manifestarle su respaldo. Atribuyó a los intereses de las élites económicas y políticas de haber mantenido un constante hostigamiento, confrontación y hostilidad en su contra.
Esta declaración del presidente López Obrador fue calificado como un acto “injerencista” del gobierno de Perú que ya encabezaba Dina Boluarte. El ministerio de Relaciones Exteriores pidió al representante del gobierno mexicano, el embajador Pablo Monroy, apegarse a los principios internacionales.
“Las expresiones de las autoridades mexicanas constituyen una injerencia en los asuntos internos del Perú, y no resultan consistentes con los acontecimientos que se han sucedido en días recientes”, detalló a través de un comunicado.