"El hecho mismo de que hasta 2019 no existiera, en ningún código penal, la tipificación del ataque con ácido y que solo se dejara a consideración del MP, nos habla mucho de las prioridades que tienen las autoridades en este país", comenta Canseco.
En el caso específico de los transfeminicidios la situación no es distinta. Alejandro Brito recuerda que solo la Fiscalía de la Ciudad de México ha reconocido el transfeminicidio, luego de tres años del asesinato de Paola Buenrostro, y aun así hasta la fecha, estos crímenes no están tipificados como delito.
Más allá de la piel y lo físico
Las sobrevivientes de ataques con ácido sufren un daño físico, psicológico, motriz y hasta económico. Ximena Canseco señala que, independientemente de si las víctimas son asesinadas a manos de los agresores, todas ellas están expuestas a sufrir un accidente fatal o un suicidio por el estado físico, emocional, psico-social y económico en el que encuentran.
"No solo pone en riesgo la vida y la integridad de las mujeres en el momento de la agresión, sino en los meses y años posteriores por el tipo de secuelas físicas, emocionales, psico-sociales y económicas a las que se enfrentan", puntualiza.
La activista indica que no basta con que la prevención de la violencia se reduzca a un "sal de ahí" o "denuncia", porque en el 40% de los casos las mujeres ya habían terminado la relación en el momento del ataque y algunas de ellas, incluso, habían denunciado de manera penal a sus agresores.
En cuanto a los crímenes contra la comunidad LGBT+, un estudio de la organización Letra S da cuenta de 79 asesinatos en México solo en 2020. Ese año, las mujeres trans volvieron a ser víctimas más numerosas, con 43 transfeminicidios, que representan el 52,5 % del total, seguido de los hombres gay, con 22, que son el 28 % de los casos.