Un partido abierto al diálogo
Bravo Mena sostiene que en los 80 el PAN fue un pilar fundamental de la transición democrática.
“Mientras otros se oponían diciendo que no tenía caso sentarse a dialogar con el gobierno e incluso nos acusaban de concertacionistas, el PAN asumió el costo de decir: ‘Hay que sentarse en la mesa a dialogar para ver cómo le damos el paso a la transición democrática definitiva en México’”, afirma.
Una vez que el sistema empezó a cambiar, el PAN cobró fuerza y comenzó a ganar posiciones, hasta que en el 2000 ganó la Presidencia de la República con Vicente Fox.
Para Bravo Mena, esto permitió al PAN finalmente tener la posibilidad de realizar su programa político “con el apoyo de la mayoría de los ciudadanos”, pero a la vez implicó un riesgo.
“Ya teniendo y contando dosis de poder, empieza a haber una distorsión de lo que es el partido. Es decir, el partido se convierte ya no en esta asociación de ciudadanos, sino que se convierte en un canal para acceder al poder más allá de la convicción de muchos que se acercan al partido para esto”, dice.
“Esto fue transformando su manera de ser y se convirtió en una maquinaria electoral, olvidándose un poco de su alma ciudadana. Esto es una autocrítica que yo veo”, alerta.
El exdirigente reconoce que en ese contexto se abrieron espacios para actos de corrupción, que actualmente son tomados como argumento para plantear esquemas que concentran el poder, a pesar de que esa no es la solución.
“Ya lo decían los clásicos: ‘El poder absoluto corrompe absolutamente’”, dice.