En el boletín se explicó que tras la etapa uno, en el que se registraron 2,650 personas para el rediseño de los primeros 16 libros de texto, 2,365 cumplieron con la capacitación del 22 al 26 de marzo, y finalmente fueron seleccionados 1,882 participantes, quienes el 5 de abril –cinco días hábiles después– entregaron 1,092 materiales didácticos, entre secuencias didácticas, proyectos u otras modalidades de trabajo, que serán revisados y de los cuales se elegirán los 234 “de mayor calidad didáctica, disciplina y pertinencia”.
Sobre esto cuestiona Crowley: “¿Qué criterios de selección utilizó la Secretaría para garantizar que quienes llegaran tuvieran los conocimientos que se necesitaban? Porque en el comunicado hablan que ‘cumplieron con las características del perfil’, ¿dónde están los criterios de selección?”.
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En ese contexto, organizaciones de la sociedad civil pidieron a la SEP realizar la actualización de los libros “sin prisas”. “La revisión de los textos escolares es un proceso muy delicado y no puede realizarse de forma apresurada. Su contenido debe mantener la neutralidad para evitar cualquier sesgo. Formación cívica, ética, así como prevención de acoso escolar, respeto al medio ambiente y derechos humanos, temas que se deben incluir en educación básica”, señaló la Coparmex.
Mientras que Educación con Rumbo, un colectivo de organizaciones en la materia, pidieron información clara y concreta respecto a los procesos de diseño y contenidos, procesos bien planeados, ya que no debe ser “improvisado” y convocar a expertos, organizaciones sociales, maestros, padres de familia, y a la sociedad en general.
“No vemos por qué la prisa, por qué tanta premura (…) Esa falta de claridad y de ir sacando objetivos sobre la marcha, es lo que nos preocupa; un proceso mal llevado, donde no hay objetivos claros, no se saben las fechas de lanzamiento, para qué ciclo, donde las personas que se contratan no van a ser remuneradas, no se garantiza la calidad, profesionalidad, hacen que sea un proceso complicado y confuso, ocurrente y que no garantiza que haya libros de texto con la calidad adecuada”, advierte Landero.