Así como el mercado de drogas ha transitado de la marihuana y amapola a la producción de sustancias sintéticas, el fenómeno criminal en México también ha tenido cambios. Pasó de tener organizaciones jerárquicas con estructura vertical a redes horizontales con múltiples células delictivas.
“La multitud de células delictivas presentes en todo México tienen cada una sus propios intereses políticos y ahora se dedican también a una gama mucho más amplia de delitos. Esto se extiende más allá del narcotráfico para incluir la extorsión, el robo de combustible y los secuestros extorsivos, que ahora son los pilares de muchos grupos de delincuencia organizada”, agrega el reporte de Insight Crime.
En el cuidado de esos intereses, la violencia puede incrementarse en las regiones donde operan esas agrupaciones.
“Hemos visto cómo en el último sexenio en nuestro país se ha extendido lo que denominamos el régimen criminal: territorios en donde los grupos criminales imponen las reglas del juego a nivel político, económico y social. Ese es el gran desafío que tendrá que enfrentar la presidenta Claudia Sheinbuam”, explica Armando Vargas, especialista en seguridad pública e integrante de la organización México Evalúa.
Nuevos gobiernos ante el desafío de la violencia
El país está inmerso en una espiral de violencia, la cual dejó en el sexenio que recién concluyó alrededor de 200,000 homicidios dolosos, si se suman los feminicidios.
María Teresa Martínez Trujillo considera que en materia de violencia, México está metido en un “callejón sin salida”, en el que intenta atender la inseguridad con recetas que no han dado resultados.
“Estamos metidos en un callejón sin salida, donde hace muchos años que estamos dando vueltas todo sobre nuestro propio eje, imaginando dos soluciones: la confrontación pero que ya vimos que no funciona porque incrementa la violencia y por otro lado, que las agrupaciones criminales se organicen entre sí como si fueran fuerzas de libre mercado”, comenta.
Y esa idea de que “se organicen” tampoco funciona, y un ejemplo de ello es que hace unos días, el general Francisco Jesús Leana Ojeda aseguró que la tranquilidad de Culiacán, Sinaloa, dependía del crimen organizado.
“Queremos que sea lo más rápido posible, pero no dependen de nosotros, depende de los grupos antagónicos que dejen de hacer confrontación entre ellos y que estén dejando a la sociedad en paz”, dijo en septiembre pasado.
Al respecto, Martínez Trujillo afirma que la paz y seguridad no se puede dejar en acuerdos entre criminales.
“Los acuerdos entre grupos criminales son acuerdos inestables. Hay la sospecha de que en diferentes territorios las autoridades tienen algún tipo de margen de maniobra para gestionar o servir como de intermediarios o de árbitros de acuerdos criminales, sin embargo, la construcción de acuerdos entre grupos criminales, está aprobado que es algo en lo que no podemos confiar”, agrega.
Con ella coincide Carlos Rodríguez, quien asegura que los criminales "no tienen palabra de honor" y ven por sus propios intereses.
“Los delincuentes no tienen palabra, y no solamente por un tema personal, sino por un tema de incentivos, es decir, la dinámica de la delincuencia organizada está orientada a sacar más ventaja, a buscarse expandir, son rapaces . Y por la otra, también las mismas dinámicas entre ellos, cae un líder de plaza y entonces los acuerdos ya no valen”, plantea.
RECOMENDAMOS: ¿UNA NUEVA ESTRATEGIA DE SEGURIDAD? | EXPANSIÓN LIVE