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“Primero Dios, sí va a alcanzar”: la batalla diaria de los comedores públicos

La epidemia de COVID-19 y el impacto económico que está dejando han hecho que desempleados y familias completas aumenten la demanda en los comedores públicos y comunitarios de la CDMX.
sáb 16 mayo 2020 07:00 AM
Comedor público
Los comedores públicos de la CDMX buscan ayudar a garantizar el derecho a la alimentación de los capitalinos de menores recursos.

La última vez que Abel Villegas Hernández trabajó fue hace dos meses, cuando el 14 y el 15 de marzo laboró en la logística del Vive Latino, el último evento masivo en la Ciudad de México antes de que estos quedaran suspendidos por la epidemia de COVID-19.

El hombre pasó de estar en el Foro Sol colocando vallas y cables a esperar en una fila frente al ComeMóvil instalado cerca del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), en la zona de hospitales de Tlalpan, al sur de la capital del país.

“Dicen que no hay que salir, ¿pero qué hacemos? Desde que supimos que lo pusieron vengo a diario a aquí, si no hay trabajo. Ahora ya viene más gente porque se dieron cuenta de que no hay dinero, esto te ayuda en algo, ya te hace el paro”, dice, mientras aguarda a que comiencen a servir la comida.

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Abel llegó desde las 8:00 y esperó por casi cinco horas para alcanzar dos raciones de comida: una para su hija, quien es estudiante, y otra para él, ahora desempleado.

Como su último empleo fue informal, no tuvo una liquidación ni puede acceder al seguro de desempleo. En resumen: no tiene dinero.

“El Estadio Azteca ya no lo abren, tampoco el Estadio Azul, todo lo que es evento. Entonces, a mí sí me dieron en la torre porque era un trabajo eventual, pagan por evento: una semana, tres días, según el evento. ¿Y ahora? Estamos muertos”, lamenta.

Como Abel, al menos 200 personas esperan en una pequeña plaza. Una pareja de unos 80 años fue la primera en llegar al ComeMóvil a las 6:00 de la mañana, desde su casa ubicada en Xochimilco.

Juan Roque Meza, uno de los responsables del lugar, rápidamente baja de un vehículo las ollas, los garrafones y las cajas de pan que servirán para dar al menos una comida a las 480 personas que aguardan en este punto de la zona de hospitales.

Juan es recibido con algunos aplausos y sonrisas, y de inmediato jóvenes y viejos se acercan a la camioneta para ayudar a que la comida sea entregada a las mujeres que están atendiendo el comedor.

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Apenas 12 minutos después, Juan recoge los contenedores vacíos del día anterior y emprende camino al siguiente punto: el ComeMóvil situado frente al Instituto Nacional de Pediatría.

“De alguna manera, la gente demuestra que está agradecida por el apoyo que se les está dando. Estamos ayudando a mucha gente y eso nos da más ganas para seguir chambeando”, dice el trabajador de la Secretaría de Bienestar e Inclusión Social del gobierno local (Sibiso), encargada de los comedores públicos.

En su ruta por Tlalpan y Coyoacán, de lunes a viernes entrega alrededor de 1,400 raciones gratuitas de comida.

En total, dos cocinas industriales, una en el CAIS Cuemanco al sur y otra en el CAIS Villa Mujeres al norte de la ciudad, reparten más de 6,000 raciones por día a 37 comedores públicos que la Sibiso mantiene activos durante la actual emergencia sanitaria: 10 ComeMóviles, 15 comedores emergentes y 12 fijos.

A ellos se suman otros 343 comedores que reciben subsidio con alimentos no perecederos y son manejados por vecinos de las propias comunidades, donde la comida cuesta 11 pesos.

Personas vulnerables
Cada día, capitalinos en situación de vulnerabilidad acuden a estos comedores para obtener alimentos.

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Aunque las grandes ollas llenas de arroz y guisado de carne de res con zanahorias —el menú del día— parecen contener mucha comida, el incremento en la demanda de alimentos hace que a diario las cocinas industriales libren una batalla para producir raciones que sean suficientes.

“En los comedores móviles que están en los cuadrantes de los hospitales, la población era de personas que van a consulta y familiares de pacientes que venían de otros estados como Tabasco o Jalisco”, explica Noelia Mares Silva, directora de Comedores Sociales de la Sibiso.

“Como la mayoría está en cuarentena, no tienen fuente de ingresos; entonces, nos llegan franeleros, personal del comercio en la calle, familias enteras donde muchos han dejado de ir a trabajar y no les pagan”, agrega.

Esa lucha se refleja en los ojos de Manuela de la Cruz Santos, encargada del comedor del pueblo de San Miguel Xicalco, en la parte alta de Tlalpan.

En lugar de poner dos cucharadas de arroz, pone una y media por persona para hacer rendir las 210 porciones que planea distribuir, aunque el número se ve rebasado por la cantidad de gente que espera dentro de la iglesia donde está instalado el comedor.

Juan, de la Sibiso
De lunes a viernes, Juan Roque Meza recorre la zona sur de la CDMX para repartir alimentos en comedores públicos.

“Primero Dios, sí va a alcanzar. Alcanza para estar sirviendo a 210 personas, pero hoy hay más”, dice.

“Hay mucha gente que sí de verdad viene con la necesidad de comida. Lo que les digo es que se cubran la boca, que guarden su distancia y, si tienen gripa, mejor ni vengan, la verdad”, cuenta la mujer, mientras prepara la mesa para comenzar a repartir.

Al hablar sobre los ancianos, el riesgo de contagio y su preocupación por lograr brindar alimentos a tanta gente como le sea posible, las lágrimas comienzan a salir de sus ojos y a caer sobre el cubrebocas que lleva puesto.

“¿Qué significa para mí? Que estoy dando lo mejor de mi vida, me gusta mi trabajo más que nada, me gusta ayudar a las personas que de verdad lo necesitan”, afirma Manuela.

“Nos estamos arriesgando, pero nos gusta nuestro trabajo y damos lo mejor. Incluso si tenemos desgaste de nuestro trabajo, no nos queda de otra, tenemos que trabajar”, insiste.

Comedores comunitarios
En la CDMX hay más de 300 comedores comunitarios. Estos lugares son administrados por los propios vecinos y venden alimentos a bajo precio.

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