Sin embargo, esa tranquilidad no ha permeado entre todos los uniformados. A algunos les da miedo estar expuestos a los contagios ya sea por su contacto directo con la población o por compartir equipo de protección con sus compañeros.
“Raúl” cuenta que, pese a la pandemia, los uniformados siguen compartiendo chalecos antibalas, lo que incrementa sus posibilidades de contraer el virus porque si un uniformado durante su jornada, sin saberlo, contaminó su chaleco, su relevo podría enfermar.
“Puede haber compañeros que sean sospechosos de la enfermedad porque por ejemplo si yo entro en el primer turno y ese compañero utilizó el chaleco ayer en la noche, me lo dotan a mí. Yo termino mi turno, se lo doy a otro compañero, porque no tenemos un chaleco asignado para cada uno, por lo que es un foco de infección”, comenta.
Esas mismas prácticas denuncia "Joaquín", quien asegura que en el sector al que está adscrito y al que tiene que acudir diariamente a entregar el equipo no hay ninguna medida de sanitización.
“A la hora de llegar al armería, nos tienen a todos amontonados y hasta la hora que el director indique, a esa hora te desarmas, pero no hay medidas de sana distancia. Además, compartimos el arma, el chaleco antibalas, candados de mano, y nadie lo sanitiza”, explica.
Menciona que tampoco en los vestidores hay medidas de higiene ya que en un cuarto de seis por seis metros, hay decenas de compañeros que se tienen que uniformar.
“Aunque uno tome sus medidas de higiene, compre sus artículos de limpieza, pero y el lugar donde nos cambiamos, no hemos visto que hagan sanitización de nada”, afirma.