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#ColumnaInvitada | La ciudad que habitamos y la movilidad que merecemos

Cuando elegimos la seguridad por encima de la prisa, la empatía sobre el egoísmo y la responsabilidad frente a la indiferencia, reduciremos los incidentes y construiremos la movilidad que merecemos.
lun 22 diciembre 2025 07:03 AM
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La cultura vial puede fortalecerse con voluntad, empatía y constancia, apunta Raúl Güendulain. (Foto: Moisés Pablo/Cuartoscuro)

Decisiones cotidianas pueden transformar nuestras calles. Si cada conductor, ciclista, motociclista y peatón asumiera su responsabilidad, nuestras ciudades no solo serían más seguras, sino también más amables, más fluidas y más humanas. Movernos desde la conciencia –y no desde la urgencia– es el primer paso para lograr una mejor convivencia del espacio. Cada día presenciamos pequeños gestos que lo confirman: automovilistas que ceden el paso, ciclistas que señalan cada movimiento, peatones que avanzan sin distraerse con el teléfono y motociclistas que respetan los semáforos. Estas acciones, aunque sencillas, son recordatorios de que la cultura vial puede fortalecerse con voluntad, empatía y constancia.

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Como millones de mexicanos, me desplazo por la ciudad de distintas maneras: caminando, en bici, en moto, en auto y en transporte público. Esta experiencia me permite entender de primera mano las necesidades particulares de cada uno de estos modos de traslado. Es evidente que aún falta infraestructura y tecnología para lograr vialidades más ágiles, seguras e inteligentes. Un buen ejemplo son los semáforos adaptativos, capaces de analizar el flujo vehicular en tiempo real y, con base en ello, ajustar la duración del alto y el siga para descongestionar mejor las calles. Asimismo, implementar modelos internacionales que han demostrado funcionar. En Holanda, la educación vial forma parte de la enseñanza pública desde edades tempranas; en Inglaterra y Alemania, los exámenes para obtener licencias incluyen evaluaciones teóricas y prácticas muy rigurosas; Japón utiliza simuladores para entrenar reacciones ante situaciones de riesgo; y Suecia impulsa campañas constantes de respeto mutuo.

Sin embargo, también debemos dejar atrás justificaciones como: “solo fue un momento”, “llevaba prisa” o “todos lo hacen”. Y, por el contrario, respetar en todo momento las rampas para las personas que se mueven en sillas de ruedas, los espacios destinados para personas con discapacidad, las ciclovías y los carriles confinados del transporte público, entre otras acciones propias de la cultura vial: esa brújula que nos orienta hacia una convivencia segura y armónica. ¿Qué pasaría si todos decidiéramos compartir el espacio de forma más consciente? La respuesta es sencilla: evitaríamos percances y ganaríamos confianza. De acuerdo con el informe ATUS del Inegi, en 2020 se registraron 301,678 incidentes de tránsito en zonas urbanas y suburbanas de México; de ellos, 245,297 —el 81.3%— solo tuvieron daños materiales.

Este dato no es desalentador, demuestra que la mayoría de los incidentes no pasó a mayores y que existe un amplio margen para mejorar. Muchos de los percances viales son prevenibles con acciones mínimas: un frenado a tiempo, el uso de direccionales, un cambio de carril con cautela, una mirada más atenta. Aunque parezca un ideal lejano, es un camino que ya estamos recorriendo: vemos motociclistas usando casco certificado y equipo de protección completo, más conductores se abrochan el cinturón de seguridad, más ciclistas circulan con luces y más peatones esperan en los cruces de manera segura. Ninguno de nosotros necesita ser un ciudadano perfecto para marcar la diferencia: basta con ser más atento, más empático y menos reactivo. Reconocer lo que sí hacemos bien nos permite avanzar sin culpas, pero con compromiso.

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Para consolidar este camino es indispensable invertir en infraestructura que contemple todas las formas de movilidad, fomentar la educación vial desde la infancia impulsar campañas permanentes de sensibilización, exigir pruebas de conducción para obtener licencias y aplicar sanciones que generen verdaderos resultados. No obstante, es importante reiterar que el motor más poderoso sigue siendo la ciudadanía. Nada reemplaza la voluntad de cuidarnos mutuamente. Cuando elegimos la seguridad por encima de la prisa, la empatía sobre el egoísmo y la responsabilidad frente a la indiferencia, no solo reduciremos los incidentes: construiremos la movilidad que realmente merecemos.

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Nota del editor: Raúl Güendulain es director de Marketing en GS Motos. Además, ha desempeñado funciones clave en diferentes segmentos y canales de Grupo Salinas, como director de Crecimiento de Banco Azteca y jefe de Marketing en Crédito y Cobranza. Es apasionado del ciclismo, las motos y experto en Desarrollo de Negocios. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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