BUENOS AIRES, Argentina - Mientras en Buenos Aires el presidente Javier Milei cantaba sobre el escenario de un teatro repleto, y al día siguiente respondía a gritos a un ciudadano que lo insultó desde un balcón, en México, Claudia Sheinbaum protagonizaba su propia semana de populismo en versión institucional. Y, mientras ambos convertían la política en espectáculo, el mundo reconocía a María Corina Machado como la ganadora del Premio Nobel de la Paz 2025. Tres episodios, tres estilos, una misma pregunta: ¿qué tipo de liderazgo necesita hoy América Latina?
Populismo en clave de espectáculo… y el vacío del liderazgo

Sheinbaum reafirmó que la destitución de la presidenta peruana Dina Boluarte fue un “golpe de Estado”, lo que desató tensión diplomática que se suma al hecho de haber sido declarada persona non grata por el Congreso peruano. Días después, en su conferencia bautizada como “La Mañanera del Pueblo”, evitó pronunciar críticas por el uso de un avión privado del senador Fernández Noroña, defendiendo que “cada quién es evaluado por la gente”. Todo ello sin menoscabo de sus reiterados discursos en los que repite el libreto de su mentor Andrés Manuel López Obrador, con consignas contra la corrupción y los “traidores del pueblo”, pero sin su espontaneidad ni su carisma.
El resultado ha sido una sucesión de gestos diseñados para el aplauso inmediato, no para la reflexión. Sheinbaum habla en nombre del pueblo, pero pocas veces a todo “el pueblo”. Su narrativa sigue apelando a las emociones que cimentaron el poder de la 4T, aunque hoy parecen más fórmulas que convicciones.
Milei, por su parte, conserva la extravagancia que lo llevó al poder. Su reciente show, en el que presentó su libro “La Construcción del Milagro” antes de lanzarse a cantar, provocó tanto entusiasmo como crítica. Al día siguiente, un video lo mostró enfrentando a gritos a un ciudadano que lo increpó desde un balcón. Sus detractores lo tildan de temperamental; sus seguidores lo ven auténtico. Pero en él hay, al menos, una coherencia: el presidente “rockstar” actúa de acuerdo con el personaje que prometió. Puede desafinar, pero no finge.
Mientras tanto, María Corina Machado recibió el Premio Nobel de la Paz “por su incansable trabajo en defensa de los derechos democráticos del pueblo venezolano y su lucha por una transición pacífica hacia la democracia”. Sin despliegues escénicos ni consignas grandilocuentes, ha mantenido su voz en un entorno donde hacerlo implica riesgo real. Su liderazgo no necesita reflectores: tiene credibilidad.
El contraste es inevitable. Sheinbaum busca afirmarse como heredera de un movimiento; Milei como icono contracultural; Machado, en cambio, encarna la legitimidad que no se decreta, se gana.
En una región acostumbrada a confundir volumen con autoridad, el Nobel de Machado llega como un recordatorio de que el liderazgo verdadero no se mide en decibeles, sino en coherencia. Mientras unos gritan o cantan, otros, con menos ruido y más coraje, cambian la historia.
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Nota del editor: Carlos A. Ibarra es periodista e integrante del Observatorio de Medios Digitales del Tecnológico de Monterrey , profesor de cátedra en dicha institución y consultor en Comunicación estratégica y Relaciones Públicas. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.