Hay muchas cosas que los gobiernos de Morena han cambiado, pero la concentración de la riqueza y la cercanía del gobierno con los más ricos del país no están entre esos cambios. Dos noticias de la semana pasada así lo ratifican.
Morena y el gran capital mexicano

En primer lugar, diversos medios dieron a conocer que Carlos Slim, el hombre más rico de México, se ha convertido en el principal socio privado de Pemex. De acuerdo con Bloomberg, Slim ha invertido más de 2,000 millones de dólares en varios proyectos de la petrolera estatal. Si una de las prioridades de los gobiernos de López Obrador y Sheinbaum ha sido revitalizar a Pemex, ahí ha estado “el Ingeniero” para ayudarlos. Pasan y pasan los sexenios, pero hay algo que jamás cambia en México: Slim sigue siendo el empresario favorito de los gobiernos de distinto signo y, por si fuera poco, el director de Grupo Carso es hábil como pocos para alinearse a las prioridades económicas de cada administración presidencial y sacar provecho de ellas.
En segundo lugar, la revista Forbes México publicó una entrevista con Altagracia Gómez, que en otro tiempo se hubiera conocido como una junior más, pero hoy simplemente se le llama “asesora económica” de la presidenta. La nota de Forbes fue tendencia en medios y redes sociales por la llamativa vestimenta de Gómez, pero en realidad eso es totalmente irrelevante. Lo verdaderamente importante es que Altagracia se siente tan cómoda con su cercanía con Sheinbaum y su posición como líder del Consejo Asesor de Desarrollo Económico Regional y Relocalización (CADERR) que puede dar una entrevista a una de las revistas de negocios más importantes del país con vestimenta lujosa y ostentando su pertenencia a la élite mexicana sin ningún recato.
El Plan México es la apuesta de la presidenta Sheinbaum para impulsar el crecimiento y desarrollo y el CADERR es crucial en esa estrategia. Además de Altagracia Gómez, que funge como coordinadora, el Consejo está integrado por 15 empresarias y empresarios de sectores estratégicos, como el energético, el automotriz y el turístico. No hay nada de malo en que el gobierno se una al sector privado para poner en marcha sus programas estratégicos. Sin embargo, en este espacio he criticado que el Plan México se queda muy corto, ya que no es una auténtica política industrial, sino una especie de llamado a los empresarios para que colaboren con el gobierno.
Estas dos noticias muestran que Sheinbaum no busca reconstituir al Estado como eje del desarrollo nacional, sino incorporar a los empresarios al nuevo régimen. Morena no ha separado al poder político del poder económico como tanto prometió. Más bien, ha reconfigurado la relación entre Estado y capital, acercando al empresariado a la órbita de poder del nuevo partido hegemónico, pero sin quitarle prebendas y sin combatir la desigualdad. La intención de Morena es que los empresarios se acomoden con el nuevo régimen: ya no hay organismos autónomos, pero los empresarios tienen la puerta de Palacio Nacional abierta para negociar directamente con la presidenta; ya no hay Poder Judicial independiente, pero el gran capital tuvo espacios para empujar a sus candidatos en la elección de jueces y puede tratar asuntos directamente con los patrones políticos de los nuevos juzgadores; y la coalición gobernante tiene una amplia mayoría en ambas cámaras, pero eso no significa que los empresarios deban temer por sus intereses (la cautela de la agenda legislativa laborista y la falta de interés en una reforma fiscal así lo comprueban).
Mientras los analistas liberales se alarman por la pérdida de la división de poderes, los comentaristas conservadores se preocupan por la falta de Estado de derecho y los críticos de izquierda se molestan por la ausencia de una agenda activa de combate a la desigualdad, el gran capital mexicano ya se posicionó firmemente al lado de Morena. Los grandes empresarios ya asumieron que habrá gobiernos morenistas por un largo tiempo y se movilizaron para cuidar sus intereses en el nuevo régimen.
Los empresarios han cedido ante el gobierno en algunos asuntos, como el aumento al salario mínimo, la recaudación fiscal y la reducción gradual de la jornada laboral, y hay otros temas de la agenda pública en los que los jerarcas del capital mexicano no coinciden con Sheinbaum y los legisladores de Morena. Pero saben que la coalición gobernante no representa una amenaza existencial contra sus intereses y que el cambio de régimen también implica algunas ventajas, como destrabar temas en una “ventanilla única” (es decir, negociar con Morena y no con diversas fuerzas políticas), tejer acuerdos de capitalismo de cuates a nivel local y federal con Morena e intercambiar favores que beneficien a ambas partes.
Mientras Morena proclama una nueva etapa histórica en México, una era posneoliberal donde el pueblo y sus necesidades son la prioridad, el gran capital sonríe y brinda con champaña por el cambio de régimen.
____
Nota del editor: Jacques Coste ( @jacquescoste94 ) es internacionalista, historiador, consultor político y autor del libro Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica (Instituto Mora y Tirant lo Blanch, 2022). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.