La reconfiguración de las cadenas globales de suministro tras la pandemia, junto con las crecientes tensiones comerciales y geopolíticas, han colocado al sector salud como una prioridad estratégica en todo el mundo.
Política industrial en salud, clave para fortalecer el sector en México

Durante años, la salud fue concebida principalmente como un servicio de bienestar social, sin suficiente reconocimiento de su valor estratégico y económico. Sin embargo, la pandemia de Covid-19 evidenció la fragilidad de los sistemas sanitarios y la urgente necesidad de fortalecer la seguridad sanitaria. Este episodio marcó un punto de inflexión en la agenda industrial global, pues cada vez más gobiernos impulsan políticas industriales que incluyen al sector salud como componente prioritario, con los objetivos de reducir la dependencia del exterior, fomentar la innovación local y mejorar la preparación ante futuras crisis.
En América Latina, organismos como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) han subrayado la importancia de repensar las estrategias industriales en salud, no sólo como respuesta a la vulnerabilidad de los sistemas sanitarios de la región, sino como oportunidad para desarrollar capacidades productivas, innovar en tecnologías críticas y coordinar políticas a escala regional.
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La apuesta de México
La industria farmacéutica y la de dispositivos médicos es un pilar estratégico para el país, tanto por su papel para garantizar el acceso a medicamentos, tecnologías y atención médica de calidad, como por su capacidad para impulsar el desarrollo económico. No obstante, ambas industrias enfrentan una vulnerabilidad estructural, pues una proporción significativa de sus insumos, componentes y productos terminados se importa, lo que limita el desarrollo de capacidades locales, reduciendo el margen de maniobra para innovar, responder a necesidades sanitarias propias y generar beneficios sostenidos para el país.
En este contexto, el denominado Plan México, impulsado por la presidenta Claudia Sheinbaum con apoyo de la comunidad empresarial, ha incorporado al sector salud como componente clave dentro de una política industrial más amplia. Se trata de una estrategia que tiene como objetivos centrales la sustitución estratégica de importaciones, el desarrollo productivo regional y la atracción de inversión, con especial énfasis en las oportunidades que ofrece el proceso de nearshoring.
En concreto, la propuesta industrial en salud busca fortalecer y modernizar el entorno regulatorio, promover la innovación y el emprendimiento del sector, impulsar el capital humano, fomentar el contenido nacional en compras públicas e implementar instrumentos fiscales y financieros.
Entendiendo los obstáculos estructurales
Sin embargo, aunque los objetivos del Plan México son loables, persisten varias preguntas sobre los mecanismos que el Estado y la iniciativa privada utilizarán para alcanzarlos. Impulsar una política industrial en salud implica superar retos complejos que deben abordarse con visión integral y técnica. El camino no es nada sencillo.
Primero, las cadenas de suministro médico-farmacéutico están profundamente integradas a nivel internacional. La producción de medicamentos y dispositivos involucra procesos distribuidos en múltiples países, por lo que sustituir todos los eslabones localmente sería inviable y costoso.
Segundo, México está sujeto a compromisos internacionales, como el T-MEC, que limita la aplicación de ciertas medidas proteccionistas o de compras exclusivamente nacionales, o el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC) de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que impone estándares en materia de propiedad intelectual especialmente relevantes en el ámbito farmacéutico. Por tanto, cualquier política industrial debe estar cuidadosamente diseñada para respetar los marcos multilaterales y evitar disputas comerciales.
Tercero, el mercado de salud ya opera en un entorno frágil, tras años de centralización y cambios en los modelos de adquisición, retrasos regulatorios y desabasto intermitente. Así, implementar nuevas medidas sin una planeación integral podría agravar disrupciones y generar incertidumbre para la inversión.
Por último, atraer inversión y desarrollar capacidades productivas requiere más que voluntad. Se necesita infraestructura, talento humano calificado, instituciones regulatorias ágiles, financiamiento progresivo e incentivos bien estructurados. No se trata sólo de construir plantas, sino de desarrollar y fortalecer un ecosistema propicio para el desarrollo de una industria farmacéutica robusta.
Un camino posible
Para México, impulsar este tipo de política representa una oportunidad estratégica que debe partir del fortalecimiento de las capacidades existentes: estimular la investigación científica y clínica, reforzar las funciones regulatorias, avanzar en la digitalización y simplificación de procesos, y construir alianzas público-privadas efectivas que permitan una inserción progresiva en las cadenas globales de valor de la industria farmacéutica.
México tiene el potencial de posicionarse como un actor relevante, no sólo como maquilador, sino como desarrollador e innovador de insumos sanitarios. Para lograrlo, será necesario implementar acciones de largo plazo, que brinden certidumbre a la industria instalada, generen condiciones para aprovechar economías de escala y, al mismo tiempo, fortalezcan la inversión pública en salud para consolidar un ecosistema que promueva la innovación, la calidad y el desarrollo sostenible del sector.
El seguimiento puntual de la implementación y la evaluación continua de los resultados del Plan México serán determinantes para su éxito. Sólo mediante un enfoque flexible de su estrategia, basado en evidencia y ajustado al contexto nacional e internacional, será posible avanzar hacia una política industrial efectiva, evitando nuevas distorsiones en un mercado que ya enfrenta múltiples presiones. Ojalá el gobierno federal y el sector privado estén conscientes de ello. De no ser así, el Plan México podría quedar en buenas intenciones.
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Nota del editor: Valeria Guerra es consultora especializada en el sector salud y la industria farmacéutica en Integralia (@Integralia_Mx). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.