La movilidad en la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) enfrenta una crisis sin precedentes. Con un índice de congestión vehicular de 52%, la Ciudad de México se posiciona como la capital con mayor tráfico del mundo, según el informe 2025 de TomTom. Los trayectos que antes tomaban una hora pueden extenderse hasta tres, afectando la calidad de vida de millones de personas. A esto se suma un parque vehicular en constante crecimiento, que ya supera los 6.4 millones de automóviles y amenaza con hacer colapsar la infraestructura vial.
#ColumnaInvitada | Movilidad, el reto (todavía) para la CDMX

La dispersión urbana y la fragmentación del sistema de transporte han generado tiempos de traslado excesivos, impactando la productividad y el bienestar de la población. Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) indican que, en diciembre de 2024, más de 170 millones de pasajeros utilizaron el transporte público en la ZMVM, un incremento de 4.6% respecto al año anterior. Sin embargo, la oferta de transporte sigue siendo insuficiente para atender la demanda creciente.
La contaminación generada por el tráfico es responsable de altos niveles de partículas suspendidas y emisiones de gases contaminantes, contribuyendo al deterioro de la calidad del aire y a problemas de salud pública como enfermedades respiratorias y cardiovasculares. El costo del caos vial no se mide sólo en horas perdidas.
Un estudio de la Facultad de Psicología de la UNAM señala que 18% de quienes viven y trabajan en la Ciudad de México experimentan estrés significativo durante sus traslados, cifra que aumenta a 24% y 35% entre quienes se desplazan desde municipios conurbados y el Estado de México, respectivamente. El estrés derivado de los traslados prolongados afecta directamente la salud mental de los ciudadanos.
Es innegable que en los últimos años las autoridades han impulsado diversas estrategias para mejorar la movilidad, desde la ampliación de corredores de transporte público hasta la modernización de algunas líneas del Metro y Metrobús. Estas acciones han sido un paso en la dirección correcta y han permitido avances significativos en ciertas áreas. Sin embargo, la magnitud del problema sigue requiriendo soluciones más profundas y sostenibles que respondan a las necesidades actuales y futuras de la metrópoli.
Las ciudades más avanzadas han demostrado que la solución no está en ampliar vialidades o en aumentar el número de automóviles, sino en fortalecer el transporte público y apostar por modelos de movilidad intermodal. Ante este panorama, es imperativo impulsar una movilidad inteligente basada en eficiencia, sustentabilidad e innovación.
La ZMVM requiere una estrategia integral que contemple las siguientes acciones:
1. Modernización del transporte público: Es urgente mejorar la infraestructura y calidad del servicio en sistemas como el Metro y el Metrobús, asegurando frecuencias óptimas, accesibilidad y seguridad para los usuarios.
2. Intermodalidad eficiente: La conexión fluida entre distintos medios de transporte es clave. Integrar mejor los sistemas existentes con nuevas soluciones, como transporte eléctrico o bicicletas compartidas, facilita traslados más rápidos y cómodos.
3. Fomento a la movilidad sustentable: Se deben fortalecer políticas que incentiven el uso de transporte no motorizado y la reducción del uso del automóvil particular, con medidas como peajes urbanos, ciclovías seguras y mejoras en la infraestructura peatonal.
4. Uso de tecnología y datos: La aplicación de inteligencia artificial y análisis de datos en la gestión del tráfico y el transporte público permitiría optimizar rutas, mejorar la experiencia del usuario y reducir tiempos de espera.
5. Políticas de desarrollo urbano orientado al transporte: Fomentar ciudades más compactas y con acceso a múltiples opciones de movilidad reduciría la dependencia del automóvil y permitiría desplazamientos más eficientes.
La crisis de movilidad en la Ciudad de México no es un problema exclusivo de la infraestructura vial, sino una consecuencia de años de crecimiento desordenado y falta de inversión en alternativas sostenibles.
Si bien los esfuerzos de las autoridades han sido notables, aún queda un largo camino por recorrer para lograr una movilidad verdaderamente eficiente y sustentable. Si se quiere garantizar un futuro viable para la ciudad, la movilidad inteligente debe convertirse en una prioridad para las autoridades, el sector privado y la sociedad en su conjunto. La solución no es seguir parchando un modelo obsoleto, sino repensar la forma en que nos movemos en la metrópoli. El tiempo para actuar es ahora.
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Nota del editor: Max Noria es Director de Comercialización de Ferrocarriles Suburbanos. Síguelo en LinkedIn Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.