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¿Por qué quiero ser la fiscal especializada en combate a la corrupción de CDMX?

En tiempos donde la impunidad y la desesperanza han permeado el ánimo social, es necesario que existan faros de esperanza, espacios desde los cuales se demuestre que sí es posible hacer justicia.
jue 06 febrero 2025 06:02 AM
¿Por qué quiero ser la fiscal especializada en combate a la corrupción de la Ciudad de México?
Ser fiscal anticorrupción significaría la oportunidad de llevar a cabo ideas innovadoras, de demostrar que es posible investigar y sancionar la corrupción con independencia y rigor, apunta Adriana Greaves.

La corrupción ha sido, por décadas, uno de los mayores obstáculos para la justicia y el desarrollo en México. Desde distintas trincheras, tanto en la sociedad civil como en el servicio público, he dedicado mi vida a combatirla, a exponer sus mecanismos y a buscar soluciones que permitan erradicarla. Sin embargo, sé que la lucha contra la corrupción no es un esfuerzo individual ni exclusivo de una organización o de una política pública aislada; es un compromiso colectivo que necesita de instituciones firmes, imparciales y cercanas a la ciudadanía.

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Quiero ser la fiscal especializada en combate a la corrupción de la Ciudad de México porque creo firmemente en la posibilidad de construir una justicia real, accesible y efectiva. En tiempos donde la impunidad y la desesperanza han permeado el ánimo social, es necesario que existan faros de esperanza, espacios desde los cuales se demuestre que sí es posible hacer justicia, que sí es posible cambiar la forma en la que se combaten los delitos de corrupción y, sobre todo, que sí es posible que los ciudadanos tengan representación real en las instituciones que se supone deben servirles.

Este no es solo un reto profesional, aunque sin duda sería un paso significativo en mi trayectoria. Es, sobre todo, un acto de congruencia con todo lo que he defendido a lo largo de mi vida. He litigado casos de alto impacto, he acompañado víctimas que buscan justicia, he denunciado irregularidades y he impulsado reformas para fortalecer la lucha anticorrupción. Pero creo que el cambio real debe provenir desde las instituciones mismas. Permitir que una ciudadana, sin padrinazgos políticos ni intereses económicos detrás, asuma un cargo de esta relevancia, enviaría un mensaje claro: la justicia puede y debe estar en manos de quienes han demostrado su compromiso con ella, no de quienes buscan utilizarla como moneda de cambio.

En la Ciudad de México, la corrupción no es un problema aislado; es un fenómeno que atraviesa todos los ámbitos de la vida pública y que impacta directamente en otras crisis que enfrentamos diario: la violencia, la inseguridad, la crisis de desapariciones, la falta de acceso a la salud y a la vivienda, el despojo de tierras. Combatir la corrupción no es solo una cuestión de transparencia administrativa, sino de justicia social. Cada acto de corrupción es un golpe directo contra los derechos de las personas, contra su acceso a una vida digna y contra la posibilidad de construir una sociedad más equitativa.

He sido testigo del rezago y la deuda histórica que las instituciones de procuración de justicia tienen con las víctimas. Sé lo que significa enfrentarse a un sistema que parece diseñado para desgastar, desanimar y, en muchos casos, revictimizar. Y precisamente por eso quiero estar ahí: porque no concibo un futuro para esta ciudad ni para este país sin una transformación profunda en la manera en que se imparte justicia.

Ser fiscal anticorrupción significaría la oportunidad de llevar a cabo ideas innovadoras, de demostrar que es posible investigar y sancionar la corrupción con independencia y rigor, y de construir una institución que realmente responda a los intereses de la ciudadanía. Más allá de cualquier narrativa política, la verdadera transformación se mide en hechos concretos. La justicia no puede seguir siendo un privilegio de unos cuantos ni una promesa incumplida para las mayorías.

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Si esta administración busca demostrar que realmente gobierna desde y para la ciudadanía, debe abrir espacios a quienes han dedicado su vida a la defensa del Estado de Derecho. Mi candidatura no es solo la de una persona, sino la de muchas otras que, desde distintos frentes han luchado contra la corrupción y la impunidad. Es la oportunidad de demostrar que la meritocracia, la experiencia y el compromiso con la justicia pueden, por fin, ser el criterio que defina quiénes ocupan los espacios de poder.

Quiero ser fiscal anticorrupción porque aún creo en la justicia, y porque estoy convencida de que es posible cambiar la historia.

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Nota del editor: Las opiniones publicadas en este artículo son responsabilidad única de la autora.

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