Publicidad
Publicidad

La oposición partidista y la batalla por la historia

El relato histórico de la transición democrática de México abarcó a la historia reciente, pero no se remontó a épocas anteriores.
mar 26 noviembre 2024 06:04 AM
114th anniversary of the Mexican Revolution, in Mexico City
La presidenta Sheinbaum ha seguido la misma ruta que López Obrador (aunque con menos potencia retórica y con menor intensidad) en el uso político de la historia, lo cual ha contribuido a la consolidación de Morena, señala Jacques Coste.

La oposición partidista mexicana está desdibujada: no tiene un horizonte de futuro ni tampoco ha sido capaz de articular un discurso para producir entusiasmo político en amplios sectores sociales. Paradójicamente, un primer paso para construir un proyecto de futuro y una narrativa atractiva es regresar al pasado, a la historia.

Raudel Ávila comentó con agudeza que uno de los motivos por el cual el discurso de la transición a la democracia fue tan endeble y poco duradero fue la falta de asideros históricos. Hace años, Ávila entrevistó al intelectual y político Jesús Silva-Herzog Flores, quien ocupó varios puestos en los gobiernos priistas de finales del siglo pasado. Su comprensión sobre la función política de la historia era notable: “Los mitos históricos son indispensables para quien hace política. La transición democrática no se consolidará sin una nueva historia patria”, sentenció. Tuvo razón.

Publicidad

Durante los años 80y 90, las élites políticas e intelectuales que impulsaron la transición democrática de México reinterpretaron la historia reciente del país para retratar al régimen posrevolucionario como una “dictadura perfecta” que tuvo la virtud de industrializar la economía y estabilizar la política de México, pero que ya había dado de sí. El PRI era obsoleto y corrupto. El país necesitaba una nueva modernización y el partido hegemónico no era capaz de conducirla. Sólo la democracia multipartidista con elecciones limpias y un sistema de pesos y contrapesos para balancear y vigilar el poder de la “presidencia imperial” era capaz de conducir a México a la modernidad del siglo XXI.

Así pues, el relato histórico de la transición democrática de México abarcó a la historia reciente, pero no se remontó a épocas anteriores. Siempre me llamó la atención que los arquitectos de la transición no evocaran a los liberales mexicanos del siglo XIX, al sufragismo maderista o al constitucionalismo carrancista. Todos ellos hubieran sido símbolos notables para promover el discurso de la transición democrática.

Una vez pasada la alternancia del año 2000, los dos gobiernos panistas no cambiaron sustancialmente la historia patria que se enseñaba en las escuelas del régimen posrevolucionario. Salvo modificaciones marginales, no hubo una reinterpretación radical de la historia para justificar y dotar de legitimidad histórica a la transición democrática. Tampoco se reconstruyó el panteón de los héroes patrios para sacar de ahí a algunos y meter a otros.

Esta reconstrucción constante de la historia patria es un proceso común en casi todos los países. Por ejemplo, en su libro Cristina y la historia: El kirchnerismo y sus batallas por el pasado, la historiadora Camila Perochena explica cómo Cristina Fernández de Kirchner fue especialmente hábil para reinterpretar la historia argentina, para así justificar las acciones de su gobierno, ganar apoyo popular y mantener a raya a sus oponentes. Para la exmandataria argentina, la historia era un campo de batalla crucial para triunfar políticamente.

Como Cristina y al contrario de los presidentes post-alternancia en México, Andrés Manuel López Obrador siempre supo que el pasado no es un terreno estable e inamovible, sino que es un campo dinámico, abierto a interpretaciones y contrainterpretaciones que pueden servir a fines políticos: para activar ciertas emociones entre los ciudadanos, para fomentar la cohesión entre las bases de un partido, para legitimar las políticas de un gobierno, para demonizar a los partidos opositores y para crear religiones cívicas que fomenten el nacionalismo y el sentido de pertenencia a un país o a un movimiento político.

La presidenta Sheinbaum ha seguido la misma ruta que López Obrador (aunque con menos potencia retórica y con menor intensidad) en el uso político de la historia, lo cual ha contribuido a la consolidación de Morena. El relato histórico oficialista favorece el sentido de cohesión entre sus bases, al tiempo de promover el sentimiento de participación colectiva en una gesta histórica: la “cuarta transformación”.

Estoy convencido que un primer paso para la recuperación de las oposiciones partidistas es entrar a la batalla por el pasado. Los miembros de la oposición deben disputarle los símbolos de la “historia patria” a Morena.

Debido al peso que la educación pública le ha colocado a la enseñanza de la historia desde los tiempos del PRI, el pueblo mexicano está particularmente familiarizado con una versión maniquea de la historia nacional. Conoce a los “héroes” y a los “villanos” de la historia. Venera a los primeros y maldice a los segundos.

Publicidad

Las oposiciones pueden aprovechar esta situación para asociar las decisiones del oficialismo con los villanos históricos. También pueden trazar relaciones entre las decisiones del gobierno y los “capítulos oscuros” de la historia patria.

El diputado de Movimiento Ciudadano, Gibrán Ramírez, lo hizo así en un discurso en contra de la reforma judicial, en el que asoció a Morena con Santa Anna y Porfirio Díaz. Me parece que fue un primer lance en la dirección correcta.

Las oposiciones partidistas pueden tejer una narrativa poderosa sobre el pasado nacional para disputarle la historia a Morena y, a partir de ese relato histórico, ofrecer alternativas de futuro. MC y los nuevos partidos que se formen en 2025 tienen particular potencial en esta labor por contar con una imagen fresca y con una mejor reputación que el “PRIAN”. Ojalá caminen en esta dirección.

____

Nota del editor: Jacques Coste ( @jacquescoste94 ) es internacionalista, historiador, consultor político y autor del libro Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica (Instituto Mora y Tirant lo Blanch, 2022). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Publicidad

Newsletter

Los hechos que a la sociedad mexicana nos interesan.

Publicidad

MGID recomienda

Publicidad