En los últimos meses, bajo el pretexto de los 36 millones de votos, la mayoría desde el legislativo ha impuesto su voluntad a cualquier costa y costo. Aunque desde diversas trincheras se han dado batallas para detener el deterioro generado ruido desde el gobierno y el legislativo, las derrotas solo se han acumulado.
#ApuntesElectorales | ¿Qué clase de servidores públicos tenemos?
Hasta ahora pareciera que México cuenta con una camada de servidores y servidoras públicas que anteponen su interés de permanecer cerca del poder a sus convicciones democráticas o jurídicas.
@EspinosaSilis
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No se puede negar que la lucha ha estado presente; primero en las calles para defender a las instituciones y la democracia, en las urnas para generar equilibrios, un primer round en el INE para evitar la super mayoría, el segundo en la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación para detener la sobrerrepresentación excesiva, después nuevamente en las calles para defender la autonomía del Poder Judicial y de regreso a los tribunales para detener la destrucción de este poder.
El resultado lo conocemos, ni el INE ni el Tribunal detuvieron la super mayoría que hoy domina el Congreso. Aunque en el Senado la oposición tenía los números para evitar las reformas constitucionales, hubo algunos legisladores que se sumaron a la mayoría para conseguir las dos terceras partes necesarias y finalmente el martes pasado en la Suprema Corte de Justicia de la Nación cuatro ministros impidieron que se analizara la constitucionalidad de la reforma al Poder Judicial.
Aunque la mayoría no está dando tregua, pues ya anunciaron que ahora van por los órganos constitucionales autónomos y el sistema electoral, sin embargo, lo acontecido estos últimos meses amerita una reflexión sobre los tomadores de decisiones que han impedido que se detenga la construcción del segundo piso de la cuarta transformación.
En estos meses hemos visto con atención horas y horas de debates en el Consejo General del INE y en el Pleno de la Sala Superior del Tribunal Electoral, respecto de la sobrerrepresentación en el Congreso de la Unión, sesiones maratónicas en el legislativo para aprobar las reformas constitucionales que ordenó el ya expresidente, y largas discusiones en la Suprema Corte respecto a la posibilidad de conocer y analizar la constitucionalidad de reformas constitucionales.
También hemos sido testigos de cómo uno o dos de los servidores públicos que integran estos órganos y toman las decisiones respecto de estos temas, a través de malabares argumentativos justifican posturas que de sobra saben que son dañinas para la democracia y el Estado de Derecho, no hablo de todos o todas, sino de unos cuantos de ellos y ellas, por han sido solo uno o dos votos los que podrían generar la diferencia en cada uno de estas instancias.
Lo que me lleva a preguntar, ¿qué clase de servidores públicos tenemos? ¿Unos que actúan por convicción o por encargo, unos que buscan el bienestar del país o el propio, unos que sirven para el cargo o se sirven del cargo?
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Por lo visto hasta ahora pareciera que México cuenta con una camada de servidores y servidoras públicas que anteponen su interés de permanecer cerca del poder a sus convicciones democráticas o jurídicas, que son vulnerables a las amenazas y extorsiones que vienen desde el poder gracias a su actuar poco ético y en incluso ilegal, que se vuelven vulnerables a las presiones ya que les interesa más los privilegios que les da su cargo, que la responsabilidad que viene con el mismo.
Lo visto hasta ahora nos debería de llevar a pensar en la clase de servidores públicos que queremos para que tomen las decisiones que impacten a nuestro país, pues la línea entre el servicio y el servilismo es sumamente delgada.
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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.
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