1. La impopularidad del presidente. Joe Biden no fue un mandatario popular. La “luna de miel” le duró 9 meses, de enero a septiembre del 2021. De ahí en adelante, tuvo a la opinión pública siempre en contra. Según el “poll of polls” de 538 , su balance neto (la diferencia entre el porcentaje de la población que aprobaba su gestión y el que la desaprobaba) fue constantemente negativo: su aprobación fluctuó entre el 37 y el 44%, mientras que su desaprobación oscilaba entre el 49 y el 57%. No eran números catastróficos, pero tampoco daban para inspirar optimismo. El Partido Demócrata hizo bien en bajarlo de la boleta, pero de todos modos su presidencia no fue un activo que ayudara a la campaña de Kamala Harris. En la historia contemporánea de Estados Unidos (contando a partir, digamos, de 1968), ningún partido ha logrado reelegirse cuando la popularidad de su presidente está en números rojos.
¿Por qué ganó Trump? ¿Por qué perdió Harris?
2. El sesgo de los temas prioritarios. Con frecuencia se dice que la competencia política hoy en día se define más por identidades polarizadas que por preocupaciones compartidas. Sucede, sin embargo, que hay temas que suscitan inquietudes más amplias o generales que otros. Según una encuesta de Gallup entre votantes registrados, los cuatro factores prioritarios en este ciclo electoral fueron la economía (21%), la inmigración (13%), los derechos de las mujeres/el aborto (9%) y la preservación de la democracia (8%). Los dos primeros son temas más importantes para los republicanos (35 y 25%, respectivamente), pero aun así despiertan cierta inquietud entre los demócratas (7 y 3%); mientras que los dos que suscitan más interés de los demócratas (16 y 14%) casi no figuran para los republicanos (2 y 1%). Los “issues” que imperaron en el ánimo del electorado, pues, favorecieron más a la causa de Donald Trump que a la de Harris.
3. El poder del liderazgo populista. El partido republicano ya no es el Grand Old Party de antaño. El núcleo en torno al cual se aglutina no son ya sus élites (i.e., el viejo sur, los neoconservadores, la derecha cristiana, los millonarios de country club, etc.), su coherencia ideológica (allí dentro coexisten lo mismo libertarios que proteccionistas) ni tampoco su perfil socioeconómico (entre sus filas cohabitan la tecnoligarquía y los hillbillies): es, más bien, la figura carismática de Trump. Los demócratas tienen tantas o hasta más contradicciones, pero carecen de un “héroe” que los dote de un sentido de propósito –de revancha– tan claro y potente, de una identidad simbólico-afectiva tan eficaz, equiparables a los que Trump les brinda a sus adeptos. En un contexto socioeconómico de insatisfacción e incertidumbre, la candidatura de Harris prometió honestidad y principios morales; el liderazgo de Trump proyectó seguridad y fuerza.
4. La aritmética del partido demócrata. Los demócratas son un partido cuya base social tradicional eran las clases trabajadoras, pero que en las últimas décadas ha crecido sobre todo entre las clases medias ilustradas. Como ha explicado Ruy Teixeira , su identidad y su plataforma están tensándose cada vez más entre responder al populismo con el que las derechas les están disputando a sus electores de antes y ofrecer el progresismo que espera su relativamente “nuevo” electorado. La solución de sus dirigencias ha sido “apoyarse en sus fortalezas emergentes y esperar que puedan retener suficiente base de clase trabajadora para que la aritmética funcione”. No obstante, “hay un punto más allá del cual la pérdida de votantes de la clase trabajadora no puede compensarse de manera plausible con un mayor apoyo entre los votantes con educación universitaria y el modelo, entonces, queda fatalmente socavado”.
5. El “gigante dormido”. Los demócratas llevaban décadas esperando a que los latinos en Estados Unidos convirtieran su creciente peso demográfico en fuerza electoral. Pero siempre votaban poco, no hacían diferencia, decepcionaban. Esta vez, por el contrario, fueron determinantes… aunque para el triunfo republicano. En 2020, según la encuesta de salida de NBC , 59% de los hombres latinos votó por Biden y 36% por Trump; ahora, en 2024, 44% votó por Harris y 54% por Trump. El “gigante dormido”, como solía llamar la prensa al electorado latino, por fin despertó… pero del otro lado de la cama. Los dos sectores sociodemográficos con los que tuvo mejor desempeño el trumpismo –aparte de los hombres blancos (59%)–, fueron los hombres latinos (54%) y las mujeres blancas (52%). Aparentemente, a la mayoría de los hombres latinos no les asusta el racismo, ni a la mayoría de las mujeres blancas la misoginia, de Trump.
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