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Calderón, Sheinbaum y el Ejército como fuente de legitimidad

Sheinbaum ha dejado claro que seguirá la política militarista, usando al Ejército como el principal brazo operativo y respaldo político para su gobierno, entonces el futuro del país es inquietante.
mar 22 octubre 2024 06:04 AM
MEXICO-ARMY-SHEINBAUM
No nos confundamos: nuevamente, tenemos a una presidenta que normaliza el uso de las Fuerzas Armadas con fines de política interna, muy lejanos a la seguridad nacional, señala Jacques Coste.

Dos contenidos de redes sociales, publicados la semana pasada, resumen y reflejan el estatus actual del militarismo en México. Por un lado, Felipe Calderón escribió un largo hilo en X (antes Twitter), en el que se deslindó de las tropelías de su secretario de Seguridad, Genaro García Luna, y volvió a defender y justificar la guerra contra el narcotráfico que su gobierno impulsó. Por otro lado, la presidenta Claudia Sheinbaum publicó en sus redes sociales un video del saludo y la reverencia que recibe diariamente de diversos militares —hombres y mujeres— cuando inicia sus actividades en Palacio Nacional.

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Entre otras cosas, Calderón dijo en su pronunciamiento sobre el caso García Luna: “Han pasado ya 12 años desde que dejé el gobierno. La sociedad hará su balance y comparará lo que hice yo y lo que hicieron los gobiernos posteriores al mío, y verá con sus propios ojos si el crimen hoy avanza o retrocede. Para mí, un presidente solo tiene dos opciones ante el odio y la maldad de los criminales: luchar o abdicar”. Y remató: “Yo elegí luchar, a pesar de todo, porque era y es lo correcto legal, moral y políticamente”.

Como sabemos, Calderón fue el presidente que inició la guerra contra el narcotráfico, una política de seguridad pública que hizo estallar la violencia que nos carcome hasta el día de hoy. Como demuestro en mi libro Derechos humanos y política en México, el incremento exponencial de homicidios fue consecuencia de la decisión de sacar al Ejército a las calles.

En otras palabras: es falso que, como argumenta Calderón, su decisión respondió a la escalada de violencia e inseguridad. Ocurrió lo contrario: su política ocasionó el aumento de las desapariciones, los asesinatos y la violencia en general por tres razones principales. Por una parte, rompió los acuerdos políticos informales que aseguraban la estabilidad y la relativa paz a nivel local. Por otra parte, neutralizó a los líderes de organizaciones criminales propensas a la negociación política, las cuales fueron reemplazadas por grupos más violentos. Finalmente, abrió espacios a la disputa violenta de los grupos criminales que buscaban recursos, rutas, territorios y negocios que antes controlaban las organizaciones más grandes y menos violentas.

En mi interpretación —y en la de muchos otros analistas—, además de una genuina creencia ideológica en que el crimen organizado amenazaba la viabilidad del Estado mexicano y un auténtico interés en evitar que “la droga llegara a los hijos de los mexicanos”, uno de los motivos principales por los que Calderón decidió iniciar la guerra contra el narcotráfico y convertirla en un pilar político de su gobierno fue la falta de legitimidad con la que llegó al poder luego de la controvertida elección de 2006.

En mi opinión, las denuncias de fraude por parte de López Obrador y sus seguidores no se sostienen. Sin embargo, lo cierto es que estos cuestionamientos mermaron la credibilidad de Calderón como presidente de la República, ante lo cual reaccionó haciendo valer su cargo de comandante supremo de las Fuerzas Armadas y sacándolas a pelear una guerra total contra un enemigo que estaba en todos lados y en ninguno a la vez, sin importar los costos: miles de muertes de personas inocentes y una violencia desenfrenada.

En el caso de Sheinbaum, el uso del Ejército como vehículo de legitimidad es bien distinto, pero también es bastante obvio. La presidenta asumió el Ejecutivo sin dudas sobre la elección que la llevó a Palacio Nacional, pero con muchos cuestionamientos sobre su poder y su liderazgo. “¿Quién mandará realmente en su gobierno y en Morena: ella o López Obrador?”, se preguntan muchos observadores y actores políticos, tanto dentro de su coalición como fuera de ella.

Ante estos cuestionamientos, la presidenta publicó el mencionado video. Ella llega sola a Palacio Nacional, sin ningún acompañante. Diversos militares la saludan. Uno de ellos grita con voz marcial e imponente: “Bienvenida, Claudia Sheinbaum Pardo, presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y comandanta suprema de las Fuerzas Armadas”. La presidenta también camina con paso marcial y saluda a un grupo de soldados que portan metralletas de alto calibre y sostienen la bandera nacional. Todos ellos adoptan una actitud disciplinada y digna, pero a la vez sumisa ante ella.

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El mensaje del video es claro: “Que no quepa duda de quién manda aquí: es Claudia Sheinbaum y nadie más”. Lo que no queda del todo claro es el destinatario de este video: ¿es el presidente López Obrador?, ¿son los miembros de la coalición gobernante?, ¿o es un mensaje para la oposición?

Sea cual sea la respuesta, no deja de ser preocupante que, como Calderón, la presidenta se valga de las Fuerzas Armadas para apuntalar su legitimidad y proyectar su liderazgo. Si a esto le añadimos que Sheinbaum ha dejado claro que continuará la política militarista de López Obrador, usando al Ejército como el principal brazo operativo y respaldo político para su gobierno, entonces el futuro del país es inquietante.

No nos confundamos: nuevamente, tenemos a una presidenta que normaliza el uso de las Fuerzas Armadas con fines de política interna, muy lejanos a la seguridad nacional. Las consecuencias de este comportamiento son conocidas para todos: violencia, autoritarismo, violaciones a derechos humanos y empoderamiento político de los militares.

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Nota del editor: Jacques Coste ( @jacquescoste94 ) es internacionalista, historiador, consultor político y autor del libro Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica (Instituto Mora y Tirant lo Blanch, 2022). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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