El primero de octubre marca la recta final de un año de renovación de democracias alrededor del mundo. Las elecciones en México, Argentina, Venezuela, Estados Unidos, Francia y Reino Unido nos han enseñado mucho sobre las preferencias del electorado reflejadas en las redes sociales. Pero estos procesos electorales también nos dejaron ver los riesgos de las narrativas sesgadas sobre la ciudadanía. ¿Las nuevas democracias están preparadas para enfrentar los peligros de la desinformación?
Cinco lecciones que aprendimos sobre las audiencias digitales
1. Los efectos de las Fake News en la vida real, sobre todo en época electoral
La época de la corrección política terminó con los mensajes incendiarios de candidatos como Javier Milei; los seguidores del candidato de ultraderecha encontraron validación en el discurso antiprogresista, por lo tanto, la adherencia de seguidores en redes sociales fue casi orgánica.
Esta lección es alarmante porque la desinformación encuentra un nicho de consumo que tiene consecuencias funestas sobre la vida real. Por ejemplo, los recientes comentarios de Donald Trump durante el segundo debate sobre los migrantes haitianos en Ohio. A pesar de que las autoridades se han encargado de desmentir al candidato republicano, las amenazas de violencia en contra de inmigrantes y residentes se desataron debido a las narrativas racistas que corren en redes sociales, que solo necesitaban el impulso de Trump para validar sus prejuicios en contra de los migrantes.
Otro ejemplo de los efectos de la desinformación fue el rumor de la abolición de las iglesias y la circuncisión obligatoria para todos los varones si Claudia Sheinbaum llegaba a la presidencia. Las preocupaciones de la ciudadanía sobre la posible desaparición de la Iglesia católica se manifestaron durante las marchas rosas. Incluso el episcopado en México presionó a la candidata de Morena para aclarar estos rumores. Xóchitl Gálvez capitalizó esta noticia falsa durante uno de los debates, usando playeras con imágenes de calaveras que salieron de memes en redes sociales, señalando a Claudia Sheinbaum como “la candidata de la muerte”. Lo que empezó como un chiste, terminó siendo un rumor difícil de controlar para la campaña presidencial de Sheinbaum.
2. Las redes sociales representan el sentimiento político hacia los candidatos pueden incentivar el resultado electoral
Durante las pasadas elecciones en México, las redes sociales fueron cruciales para entender los cambios en las tendencias de intención de voto. Jorge Álvarez Maynez usó las estrategias digitales a su favor para acumular los votos de la ciudadanía indecisa. La popularidad que ganó el candidato de Movimiento Ciudadano era evidente en redes sociales para demográficos jóvenes, como TikTok e Instagram; pero fue sorpresa para muchos que Máynez obtuviera 6 millones de votos si se comparaba el resultado con las encuestas de intención de voto que apenas le daban entre el 2% y el 5% del total de sufragios.
El caso de Xóchilt Gálvez fue inverso: la gran parte de los contenidos de sátira política estaban dirigiros hacia su imagen personal, resaltando cada error que cometiera durante su campaña. No sabemos si este factor aislado desincentivó a sus potenciales votantes, pero los resultados de los pasados comicios fueron menores a las expectativas de las encuestas de intención de voto. Las redes sociales de la candidata de la oposición enganchaban más usuarios que se burlaban de ella que seguidores de su propio partido.
3. La unión (en redes sociales) sí hace la fuerza
Las redes sociales sí pueden ser espacios para la movilización ciudadana con buenas intenciones. El caso de la segunda vuelta de las elecciones legislativas en Francia, cuyos resultados estuvieron repartidos entre los tres principales partidos políticos, demostró que los usuarios de redes sociales sí tienen capacidad de respuesta para salir a votar. Contrario al resultado que todas las encuestas de opinión esperaban, el partido de ultraderecha RN liderado por Marine Le Pen, no obtuvo la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional de Francia.
Esta es una lección que podemos aprender desde las democracias en América Latina: es posible buscar el equilibrio en el poder legislativo si las redes sociales dirigen sus esfuerzos para convencer a la ciudadanía de salir a votar, sin tintes partidistas. La estrategia del “Voto Útil”, las plantillas que circularon en Instagram más los comentarios clasistas de algunas personas de la farándula fueron esfuerzos en vano de la oposición para distribuir los votos en los dos únicos dos lugares en donde sí podían competir: las cámaras legislativas.
La movilización política debe ser estimulada desde la fraternidad y la unión social; los comentarios clasistas y condescendientes de algunos usuarios de redes sociales resultaron fútiles hasta para sus propios intereses políticos.
4. TikTok y la generación de votantes que viene
Las redes sociales de formato vertical son el nuevo espacio de expresión política para la generación Z, que son el demográfico joven con mayor participación electoral de la historia en América Latina. A diferencia de los Millenials, la generación Z tiene herramientas más eficaces para informarse sobre los procesos electorales. Por eso, los partidos políticos deben abrazar la idea de dirigir campañas enteramente digitales, al mismo tiempo que deben responsabilizarse por el uso pernicioso de algoritmos que apelan al sesgo de confirmación, como TikTok.
El Congreso de los Estados Unidos aún está por definir si restringen el uso de esta red social de origen chino mientras ocurre el proceso de elecciones federales. La razón del posible veto de TikTok en el territorio norteamericano es la influencia que podría tener el gobierno de China sobre los usuarios estadounidenses e influir sobre los resultados de los comicios.
Algo que debemos aprender en las democracias latinoamericanas sobre el uso de TikTok es que los algoritmos apremian las conductas repetitivas. La falta de contraste entre ideas conduce a los usuarios a quedarse infinitamente en aquellos contenidos que les otorgan un sesgo de confirmación: esto es un caldo de cultivo fértil para la desinformación y las teorías de conspiración. El bombardeo constante de información falsa forma narrativas complejas que son difíciles de refutar.
La regulación de redes sociales como TikTok, y aquellas que son de lectura rápida como X, deben llevarse de la mano con sus respectivas mesas directivas para evitar alteraciones políticas y sociales en periodos de alta volatilidad política. No es un atentado a la libertad de expresión si las garantías individuales están en riesgo.
5. Las redes sociales sí cambian el curso político -casi- de inmediato
El evento político del verano fue el melodrama electoral de los Estados Unidos. Fue un proceso tormentoso que dejó atónitos a los medios de comunicación: no importa que tan grave fuera el suceso, Donald Trump no se alejaba del objetivo presidencial. El expresidente Trump enfrentaba un juicio federal con más de 30 cargos por distintos delitos, fue declarado culpable y aun así pudo conseguir la nominación presidencial una semana después de un intento de magnicidio.
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La historia parece sacada de la ficción, pero es real: Donald Trump recobraba fuerza entre sus seguidores con cada siniestro que enfrentaba, y amasaba mayor aceptación entre los electores.
Si no pareciera suficiente, el primer debate presidencial contra Joe Biden -actual presidente de los Estados Unidos- fue aparatosamente desastroso para el Partido Demócrata que otra vez está buscando salvar una elección sin un proyecto de nación definido. Por un par de semanas, toda la opinión pública aceptaba el escenario donde Trump sería presidente por segunda ocasión. Hasta el 13 de julio, cuando el candidato republicano sufrió un atentado de magnicidio que lo colocó entre sus seguidores en redes sociales casi como un héroe, que el Partido Demócrata asumió responsabilidad con sus electores.
Donald Trump usa las narrativas de odio a su favor, esto le ha permitido tener seguidores fieles que solo necesitan validación en su discurso para actuar de manera violenta. Pasó el 5 de enero de 2021 durante la “insurrección” del Capitolio y pasó durante las primeras semanas del reciente periodo electoral: la movilización de usuarios en redes sociales tiene efectos muy peligrosos en la vida real.
Esta vez, los demócratas actuaron a tiempo antes de tener como antagonistas a los ciudadanos que sí creen en las teorías de conspiración de Trump. El cambio de estafeta para Kamala Harris, el cierre de filas del partido azul y la recaudación de casi 500 millones de dólares para la nueva campaña en menos de una semana son acciones que debían tomarse como último recurso de salvación.
En comparación con el periodo electoral de 2016, en donde los analistas políticos no creían que los seguidores de Trump en Twitter podrían cambiar los resultados electorales, este proceso democrático contempla los riesgos de la desinformación que circula en redes sociales.
Los ciudadanos al menos aprendimos una cosa: las redes sociales sí tienen poder de movilización política, pero es una responsabilidad compartida entre personas y gobierno el buen uso de la información que circula en la esfera digital.
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Nota del editor: Alejandra G. Marmolejo. Profesora del Tecnológico de Monterrey e integrante del Observatorio de Medios Digitales. Threads: alegmarmo Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.