Se celebró el segundo debate de tres programados entre las candidaturas a la Presidencia de la República. A mi juicio, hay importantes factores que explican tanto la continuidad como los cambios de estrategias por parte de las candidaturas participantes: Xóchitl Gálvez, Claudia Sheinbaum y Jorge Álvarez Máynez.
Segundo debate presidencial: las claves
Intenciones de voto
Lo que reflejan el cúmulo de las encuestas –por más cuestionadas que estén- es la que competencia está concentrada en dos de las tres candidaturas (Sheinbaum y Gálvez), mientras que la de Álvarez Máynez está lejos de rangos de triunfo. En esa lógica, se explica que las candidatas dedicaran prácticamente todas sus intervenciones para referirse y atacarse entre ellas, sin invertir tiempo para el candidato de Movimiento Ciudadano, quien se apegó al guion de presentar propuestas y distribuir desiguales ataques entre sus contrincantes.
Preguntas, temas, formato y moderación
Un acierto haber incorporado preguntas de la ciudadanía presentadas a través de videos testimoniales. Incorporan al principal destinatario de los debates –la ciudadanía en general y el electorado en concreto- de forma adecuada. A diferencia del primer debate en que quedó la sensación de abarcar de forma desordenada e incompleta distintos temas, aquí se centraron en desarrollo económico, cambio climático y energías renovables de forma más congruente. Adecuado desempeño de los moderadores, si se considera que se buscaba que tuvieran un papel discreto y no desafiante con las candidaturas.
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Desempeño de las candidaturas
Mucho se ha dicho que los debates son para presentar propuestas. Cierto, pero en parte. Los debates son útiles para muchos factores más, como la habilidad para posicionar mensajes y colocar ataques certeros, el uso de recursos visuales y la respuesta emocional de los participantes. Claudia Sheinbaum se mostró, como en el primer debate, como una candidata preparada y con disciplina de mensaje. Más allá de mantenerse en el guion de defender los supuestos logros del gobierno, un cambio notorio en su estrategia fue el defender de forma más contundente al presidente de la República. Diera la sensación que el paraguas argumentativo tenía que pasar por la defensa a ultranza del presidente. Sin embargo, no tuvo los reflejos para responder asertivamente a los ataques realizados por una certera Xóchitl Gálvez, que supo utilizar los recursos visuales –cartulinas y frasco de agua- e insistir en las preguntas incómodas a las que sencillamente Sheinbaum –fuera de su zona disciplinada de confort- no quiso contestar y quedó en evidencia. Gálvez también aprovechó de manera más adecuada la bolsa de tiempo para segmentar sus intervenciones.
El debate por la posverdad
El punto de arranque para este debate fue la conversación generada en el post debate del 7 de abril. Sheinbaum fue esquiva –entonces y ahora- en contestar preguntas y ataques en la defensa de los resultados de su gestión y la del gobierno nacional. Como si la pura negación y falsedad de hechos y una defensa ideológica a ultranza fuera suficiente para impulsar una visión particular de las cosas. En esa lógica, resulta fundamental que la opinión pública haga un ejercicio reflexivo para que pueda poner en su justa dimensión la veracidad de argumentos, datos y aseveraciones. Como cierre, no hay que perder el contexto que por más propaganda y disciplina de mensaje, los debates no se ganan con falsedades.
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Nota del editor: Horacio Vives Segl es licenciado en Ciencia Política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y doctor en Ciencia Política por la Universidad de Belgrano (Argentina). Síguelo en Twitter . Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.