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¿Por qué un número de teléfono filtrado debería preocuparnos?

En un país donde la transparencia se ve ofuscada por caprichos, donde las rabietas sin existencia de la ley se hacen presentes día a día, una de las profesiones más peligrosas es la de informar.
vie 01 marzo 2024 06:05 AM
Mañanera Lunes-31
El presidente López Obrador muestra su Twitter en la cual critica que la empresa YouTube bajó el video de la mañanera por infringir las leyes de la comunidad, se trata de la conferencia en donde mostró el teléfono de la corresponsal del New York Times.

Algo nos debe quedar claro, el golpeteo constante, el buscar desaparecer al INAI, tiene mucho que ver con el desconocimiento; cero importancia y nulo interés a la protección de datos personales desde la cabeza presidencial.

Las rabietas mostradas en las “mañaneras” de hace días, por la información desplegada por el New York Times , mostraron un poco de la verdadera cara que estos años han dejado al país no solamente en ridículo internacionalmente, sino con una clara postura de capricho por encima de cualquier ley.

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El hecho de minimizar la exposición de información y revelar algo que pareciera simple (pero no lo es) como un número de teléfono, afirmando que la Ley de Protección de Datos Personales, así como otras más no tienen valía ante un principio personal, es una clara muestra del atraso en el que nos encontramos en temas relacionados a lo digital, la tecnología y lo intangible relacionado al Derecho.

El haber hecho público el número de contacto de una periodista, dejándola en exposición y en peligro relacionado a la integridad digital de la misma, no solo se queda así, la línea es muy delgada para que pueda tener afectaciones tangibles en el mundo material.

¿Por qué un número de teléfono filtrado debería preocuparnos? Recordemos algunos de los ataques para poder tener el control de una cuenta de WhatsApp, basta con el número de teléfono y un buzón de voz para operar como atacantes.

Con este primer ejemplo mencionado pensemos en la gravedad que podría derivar en diversos delitos tomando como base la suplantación/usurpación de la persona expuesta.

Si en ese lapso se gestan delitos como estafas, fraudes, y algunos otros como acoso y amenazas, el primer punto a señalar sería esa persona sin saber que fue víctima posterior a la exposición.

En el país donde no existe la ley, cualquier persona puede hacer “justicia” a su conveniencia, pues el principio de “libertad” como capricho personal puede ser citado y utilizado, así como respondió en su mañanera el señor que vive en Palacio Nacional.

Bajo esta premisa, muchas personas se dieron a la tarea de publicar los números de teléfono personales de diversos funcionarios relacionados a las cercanías presidenciales en sentido revanchista y válido para el caso.

Sin embargo, esto no solamente podría quedar en una exposición; si una persona/usuario se decidiera a vulnerar su integridad digital, fácilmente podría hacerlo, más allá de ataques de buzoneo a WhatsApp. El tener identificada a la persona con el número, permitiría otro tipo de ataques dirigidos, incluso a la línea telefónica para así pensar en saltar dobles verificaciones (si es que las tuvieran activadas).

Que no se lea lo anterior como una propuesta de ideas, sino más bien, en el conocimiento del escenario en donde podríamos enterarnos en días futuros que una de estas personas fue víctima de la ciberdelincuencia.

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Dejar el número de teléfono expuesto se hace con mucha responsabilidad a sabiendas de las consecuencias que esta acción podría traer, hablando de manera personal y voluntaria para las personas que ofrecen algún tipo de servicio o producto en internet.

Lo que es imperdonable es el acto ruin, bajo, despreciable y demás sinónimos relacionados al haber revelado el número de teléfono de Natalie Kitroeff , a sabiendas que ha sido uno de los sexenios con mayores muertes a reporteros, periodistas y gente relacionada del medio.

En un país donde la transparencia se ve ofuscada por caprichos, donde las rabietas sin existencia de la ley se hacen presentes día a día, una de las profesiones más peligrosas es la de informar.

Mi total solidaridad con todos los periodistas que han sido vulnerados en distintos sentidos a lo largo de este funesto sexenio aún vigente.

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Nota del editor: Carlos Ramírez Castañeda es especialista y apasionado por el Derecho Informático, particularmente en ramas de Ciberseguridad, Cibercriminalidad y Ciberterrorismo. Tiene un Máster en Derecho de las Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicaciones de Santiago de Compostela España, Doctor en Administración y Políticas Públicas de México. Es colaborador de diversas instituciones académicas y gubernamentales, profesional siempre interesado en temas de ciberprevención particularmente con sectores vulnerables. Síguelo en Twitter como @Ciberagente . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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