Los doctores que la atienden, en lugar de recetarle dieta y ejercicio, junto con la medicación adecuada, le dicen que la solución a su problema de crecimiento es comprar ropa de tallas cada vez más grandes.
¿Usted diría que estos doctores están siguiendo el tratamiento adecuado? Es decir, ¿estas medidas pueden, en efecto, ayudar a la paciente a hacer frente a su enfermedad? ¿Se va a sentir mejor después de seguir estas indicaciones?
Yo no me fiaría de ellos, ni de ningún otro doctor que para atender un problema crónico me propusiera una solución cosmética.
Bueno, pues lamento informarle que esta metáfora representa la manera en que, durante décadas, los gobernantes a cargo de nuestras ciudades han abordado el problema de la movilidad: crear más vialidades, como el Segundo Piso, para darle cabida a más automóviles.
Y es que, al igual que nuestra paciente, la tendencia de nuestras ciudades es seguir creciendo de manera desmedida: el Banco Mundial estima que la población urbana aumentará más del doble para 2050, momento en que casi 7 de cada 10 personas vivirán en ciudades.
Así, entre los enormes retos que implica este panorama, está la cuestión de cómo movernos por la ciudad. Especialmente por los efectos colaterales que genera el privilegio de formas de movilidad no sustentables, como el automóvil particular y la infraestructura necesaria para soportarlo.
El verdadero problema: tráfico inducido
Comencemos, entonces, por identificar el problema.
La construcción de infraestructura dedicada al automóvil –desde vialidades hasta estacionamientos– genera un fenómeno al que los especialistas llaman tráfico inducido.
En pocas palabras, se trata de un efecto que ocurre en el corto y el mediano plazo tras la habilitación de infraestructura orientada al favorecimiento del automóvil como medio de transporte.
Contrario al sentido común, más espacio no significa que los autos avancen mejor y más rápido; sus consecuencias, en los hechos, es la presencia de más unidades y de todos los efectos secundarios que esto genera: mayor contaminación y daños a la salud, más tráfico y un incremento en los hechos de tránsito, pérdida de plusvalías, entre muchas otras.
En 2006, apenas un año después de que el entonces Jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, inaugurara el segundo piso del Periférico, los investigadores Luis Miguel Galindo y David Ricardo Heres demostraron la existencia de tráfico inducido en la Ciudad de México.
Los resultados publicados en su investigación muestran que, cuando una vialidad permite reducir 6 minutos un viaje de una hora, el volumen del tráfico incrementa casi 4%. Igualmente, si hablamos de un viaje de dos horas, la “oferta” de reducción de 12 minutos atrae 7.6% más tráfico; y si el trayecto dura tres horas, entonces el tráfico crece 11.6%.