En forma frecuente se escuchan voces que se quejan de la ausencia de la oposición o de una ciudadanía no tan visible. Si bien es cierto hay momentos de silencios aparentes o extendidos, los que emiten esos enunciados no conocen bien a la población mexicana. Cuando se ponen en riesgo las bases de organización de nuestras comunidades, cuando se amenazan las partes esenciales de nuestra convivencia, cuando algo o alguien pretende destruir las bases de las estructuras de la nación, y en general al pretender afectarse los cimientos de nuestras libertades, sale a relucir esa población amplia, diversa, pluricultural y comprometida que en efecto se manifiesta públicamente y marca un derrotero que no se puede ignorar.
#ColumnaInvitada | El sismo ciudadano
Es ese efecto de solidaridad lo que explica ejemplos históricos de cómo la ciudadanía mexicana ha salido a expresar en las vías públicas su preocupación y ocupación ante eventos que sean considerados como inaceptables, preocupantes o de necesaria intervención. Y lo vemos en distintas facetas. Unas que son bastante evidentes son las expresiones de suma de esfuerzos ante conflagraciones naturales, como son temblores, huracanes, incendios u otros fenómenos similares. También es el caso de expresiones sociales en que se han tomado las calles para ser claros en cuanto al rechazo ante figuras despreciables o decisiones políticas inaceptables.
En los casos de fenómenos naturales vemos con claridad, entre otros, los eventos de los sismos en la CDMX del 19 de septiembre de 1983 y 2017, así como los de huracanes en Cancún (Gilberto) en septiembre de 1988, y en Acapulco en octubre de 1997 (Paulina), 2005 (Wilma) y 2023 (Otis). En eventos sociales podemos remontarnos a las gestas de la Independencia, la Reforma y la Revolución, así como lo que tiene que ver con los movimientos estudiantiles del 2 de octubre de 1968, y más recientemente las marchas y concentraciones ciudadanas del 13 de noviembre de 2022 y el 26 de febrero de 2023.
El común denominador es que cuando existen amenazas serias y no se puede tolerar la pasividad ante los peligros evidentes y/o los abusos manifiestos, la ciudadanía cierra filas, se organiza eficientemente, y arma un trabuco para detener los ataques y buscar las soluciones más oportunas posibles. Hay un espíritu de gran impacto que está subyacente en la sociedad mexicana y que solamente está esperando el momento oportuno para saltar a la cancha y ser claros en cuanto a las definiciones que ameritan esa demostración de músculo ciudadano.
Los que han apostado por muchos años, pero particularmente en este sexenio, a que la mayoría normalmente silenciosa es capaz de resentir todo tipo de abusos extremos, reducción de libertades, y carencias en la atención de los componentes de calidad de vida, se equivocan miserablemente. Han considerado que somos unos viles borreguitos que aunque se les enfila al matadero van a seguir caminando sin reacción o queja alguna. Vaya falta de reconocimiento de lo que realmente pasa por la cabeza de todos esos ciudadanos. Van a quedar perplejos de la capacidad disruptiva de la ciudadanía que no permitirá que sigan destruyendo al país. Nada de continuidad a su impericia y desprecio por hacer bien las cosas.
Han robado, mentido y traicionado. Han militarizado al país. Han abrazado a los delincuentes. Han empoderado a los que atacan instituciones. Han violentado la Constitución de mil maneras. Han destrozado estructuras de seguridad, salud, educación y otras por el simple hecho de provenir del pasado. Han dinamitado lo que hubiera sido el mejor aeropuerto de Latinoamérica. Han derrochado recursos en obras inútiles, opacas, innecesarias, deficitarias y absurdas. Han pretendido gobernar con retórica y sin resultados. En general con base en una demagogia de polarización y fomento al enojo vengativo, han pretendido dividir al país con un mero objetivo electorero y de generar porciones cautivas de grupos dependientes de dádivas. Pero como el Metro, el Colegio Rébsamen y sus mentiras, todo se cae ante la vista pública. Un panorama desolador como se le quiera ver.
Por esto se anticipa ya una nueva ola, una marea rosa que deje claro a propios y ajenos que, como en los hechos en el pasado que hemos citado, se viene el ímpetu de un pueblo realmente auténtico, congruente, solvente, articulado, y de unidad, para parar en seco cualquier intento de continuidad a esta devastadora forma de gobernar que de continuar puede lesionar las posibilidades de tener un país con condiciones de crecimiento, desarrollo, solidaridad e igualdad que a los actuales gobernantes no les conviene porque se caería el telón de su maquiavélica manera de pauperizar cualquier aspiración de mejoría real en las condiciones de vida de la población. Y esto es en un momento en que el país tiene la histórica posibilidad de crecer a doble dígito por la oportunidad que el nearshoring ofrece y que este gobierno ha decidido irresponsablemente ignorar.
Por ello vienen eventos claros en que con la fuerza de un movimiento telúrico se podrá apreciar esa masa poblacional que cimbre al país y lo empuje hacia el destino que merece en beneficio de todas las personas que tenemos el privilegio de pisar este suelo. Como si tuviéramos una alarma sísmica ciudadana vemos ya en el horizonte eventos concretos, secuelas de los eventos recientes en noviembre de 2022 y febrero de 2013, como es el caso del domingo 18 de febrero próximo en que habrá que ocupar todas las principales plazas del país en marchas para defender nuestra democracia, y luego más adelante el 2 de junio el más grande sismo ciudadano del que se tenga noticia y en el cual con una abrumadora mayoría del electorado se determinará el que la fuerza ciudadana que colocó a Xóchitl Gálvez como candidata de unidad la llevará al triunfo contundente, al igual que a los demás candidatos en los puestos claves de gubernaturas, senadurías, diputaciones, alcaldías, etc. Un evento social sin precedente en cuanto a la magnitud del efecto ciudadano a la vista.
La única pregunta entonces para mis lectores es si están ya preparados para ser parte del acontecimiento telúrico que viene y si no nos vamos a dejar llevar por quienes en forma sofista y mentirosa quieren hacernos creer que al país se le puede derrotar. De ninguna manera, alcemos la vista y participemos con convicción en los eventos ciudadanos que harán temblar la tierra nacional para parar en seco a quienes quieren seguir destruyendo la patria. Estamos todos convocados y lo haremos con el entusiasmo que en el pasado ha quedado claro cuanto estamos en riesgo, y vaya que hoy lo estamos. No vamos a fallar. Nadie dejará de participar. La ola sísmica cimbrará el país para beneficio de todos.
_____
Notas del editor: Juan Francisco Torres Landa es miembro del Consejo Directivo de UNE México y de la red de Unid@s. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.