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2024, la consolidación de la militarización

Al finalizar el sexenio de López Obrador observaremos a las Fuerzas Armadas más empoderadas que nunca.
mié 03 enero 2024 06:10 AM
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Tenemos a una milicia empoderada y a un gobierno federal débil, que depende enteramente de las Fuerzas Armadas para realizar sus funciones más básicas, señala Jacques Coste.

En el sexenio de López Obrador, transitamos de la militarización al militarismo, puesto que el presidente ha recargado su proyecto político en las Fuerzas Armadas. La militarización es, por un lado, la delegación de facultades tradicionalmente civiles a las Fuerzas Armadas y, por el otro, la resolución de problemas públicos bajo una lógica militar.

El militarismo político es la participación de los cuerpos castrenses en el juego político-electoral y en la toma de decisiones gubernamentales. El militarismo cultural es el enaltecimiento de los valores militares —como el patriotismo, la lealtad, la disciplina o la obediencia— y el posicionamiento de éstos como las cualidades del ciudadano ideal.

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Por si fuera poco, los militares se han consolidado como un agente económico con peso propio, al administrar un número creciente de negocios y empresas públicas: desde aeropuertos, trenes, puertos y aduanas hasta la distribución de medicamentos, fertilizantes y programas sociales.

Además, el presidente ha anunciado que, antes de concluir su mandato, presentará una iniciativa de reforma constitucional para introducir formalmente a la Guardia Nacional en la Secretaría de la Defensa Nacional. En la práctica, esto significaría dotar de un carácter permanente a la centralidad de los cuerpos castrenses en la política de seguridad pública.

En suma, al finalizar el sexenio de López Obrador, observaremos a las Fuerzas Armadas más empoderadas que nunca. Por una parte, ha continuado el proceso histórico de fortalecimiento de los militares como pilares de la política de combate al crimen organizado, y ha persistido el papel histórico de los cuerpos castrenses como mediadores entre el gobierno federal y los poderes regionales. Por otra parte, las Fuerzas Ar

madas han adquirido mayor peso político y económico, y se consolidaron como el principal brazo operativo del gobierno federal.

Así las cosas, tenemos a una milicia empoderada y a un gobierno federal débil, que depende enteramente de las Fuerzas Armadas para realizar sus funciones más básicas. En otras palabras, el peso relativo de los militares frente al gobierno civil ha aumentado y, con ello, también ha incrementado la dependencia de las autoridades civiles ante las Fuerzas Armadas.

En este escenario, ¿qué cabe esperar respecto a la relación cívico-militar? ¿Qué papel desempeñarán las Fuerzas Armadas durante el siguiente gobierno? ¿Qué ocurrirá con la militarización y el militarismo?

Lo primero que hay que considerar para responder estas preguntas es que hay tendencias que son irreversibles, al menos en el corto plazo. Siempre es complicado retirar a los militares facultades y recursos otorgados, puesto que esto significa que las Fuerzas Armadas perderían presupuesto, peso político y agencia económica, lo cual produciría descontento entre las élites militares (aunque quizá no tanto en la tropa), y ¿qué gobernante quisiera tener como enemigos a los mandos militares, de los cuales depende la seguridad nacional?

Además, lo más probable es que Claudia Sheinbaum sea la próxima presidenta de México. De ser el caso, no hay razones para pensar que ella seguiría una política distinta. Sheinbaum representa la continuidad del gobierno obradorista y, como tal, persistiría el uso de las Fuerzas Armadas como el principal brazo operativo, agente territorial, policía y empresa constructora del gobierno.

No sólo eso, sino que las Fuerzas Armadas ofrecen al Ejecutivo federal tres elementos poco deseables en una democracia constitucional pero muy jugosos para cualquier presidenta: opacidad, disciplina y actuación expedita. Y digo que son indeseables en una democracia constitucional porque la actuación militar no enfrenta los obstáculos que existen para las autoridades civiles en materia de rendición de cuentas, escrutinio público, acceso a la información, transparencia y cumplimiento con regulaciones en materia ambiental, de derechos humanos y de criterios técnicos o de planeación.

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Ahora, imaginemos el improbable escenario en que Sheinbaum (o en su caso, Xóchitl Gálvez o el candidato de Movimiento Ciudadano) quiera cambiar la política del gobierno obradorista respecto a las Fuerzas Armadas. ¿Cómo lograrlo? Parece casi imposible.

En lo económico, si bien siempre ha existido un sector del Ejército enriquecido (muchas veces vendiendo protección a particulares que realizan negocios irregulares), durante este sexenio se consolidó una élite empresarial-militar. En los países en los que las Fuerzas Armadas administran negocios públicos importantes, lo que suele ocurrir es que la milicia busca extender su presencia a otros sectores económicos y evitar que otros agentes (ya sean empresas privadas o entes públicos civiles) participen en las áreas que los cuerpos castrenses dominan. Dicho de manera simple: es probable que las élites militares busquen aumentar su participación en actividades económicas y negocios públicos durante el próximo sexenio.

En lo político, con López Obrador el gobierno federal se volvió dependiente de las Fuerzas Armadas para ejecutar políticas públicas, al tiempo que los cuerpos castrenses aumentaron su incidencia en la toma de decisiones gubernamentales. Es probable que esta tendencia también se profundice en el próximo sexenio. El gobierno civil carece de capacidad operativa propia luego de seis años de “austeridad republicana”. Así, el Ejército puede condicionar la viabilidad de las decisiones de gobierno, al ser el único ente con la capacidad para ejecutar los programas gubernamentales.

Nos espera otro sexenio de militarización y militarismo.

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Nota del editor: Jacques Coste (@jacquescoste94) es internacionalista, historiador, consultor político y autor del libro Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica (Instituto Mora y Tirant lo Blanch, 2022). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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