Las listas de “personajes del año” siempre me han parecido cuestionables, frívolas, hasta antipáticas. Pero en 2019 –en el primer aniversario del gobierno que ahora está por terminar– me dejé de remilgos e hice la mía. Fue una lista breve, con apenas tres integrantes. El primero fueron las mujeres que protestan: un movimiento que, a pesar de haberse desgastado con el tiempo, quizá sea recordado como el más desafiante y contestatario que haya enfrentado la presidencia de López Obrador. El segundo fue Marcelo Ebrard, el canciller que supo gestionar la turbulenta relación inicial con Donald Trump tras su amenaza de imponerle aranceles a todos los productos mexicanos que cruzaran la frontera si México no replanteaba su política migratoria hacia Centroamérica. Y el tercero fue Lord Molécula, una figura grotesca que en cierto sentido anticipaba el rumbo que tomarían las relaciones entre la prensa y el poder bajo la llamada “4T”.
2019-2023: recuentos decembrinos
En el 2020 opté por una fórmula distinta. Agobiado por la experiencia de la pandemia, me quejé amargamente de que en el ejercicio de seleccionar personajes simbólicos suele confundirse la celebridad con la importancia. Escogí, en consecuencia, a “protagonistas anónimos” de ese año, a dos grupos de escasa visibilidad pública pero de indiscutible trascendencia histórica. Uno fueron las colectivas de búsqueda de desaparecidos, portentosas Antígonas contemporáneas, que desde entonces se erigieron como implacables guardianas de una última reserva de dignidad humana ante a la crueldad, el abandono y la desmemoria. El otro fue la comunidad de los profesionales de la salud, héroes y heroínas de la emergencia por Covid-19, ejemplos de lo que significa una genuina vocación de servicio que, en demasiados casos, pagaron con sus vidas el compromiso de cuidar las nuestras. Dos símbolos luminosos en medio de una muy oscura actualidad mexicana.
Para el 2021 resumí el año como si fuera un juego de lotería, con una carta por cada mes. Enero fue el del “machito” Salgado Macedonio; Febrero, el del inicio de la vacunación; Marzo, el de otra protesta feminista. Abril fue el mes del fallido transitorio que intentó estirar el mandato de Arturo Zaldívar como ministro presidente de la SCJN; Mayo, el de la tragedia de la Línea 12 en la CDMX; Junio, cuando se contabilizaron casi 800 agresiones y 40 asesinatos de candidatos durante las elecciones intermedias. Julio fue el mes del destape de la “corcholata” Claudia Sheinbaum; Agosto, el del litigio que presentó México contra fabricantes y distribuidores de armas en Estados Unidos; Septiembre, cuando la fiscalía a cargo de Alejandro Gertz solicitó una orden de aprensión contra 31 integrantes de la comunidad académica mexicana. Octubre fue el mes del “pato” que llevó a Emilio Lozoya tras las rejas; Noviembre, el de la primera visita a México del Comité de la ONU contra la desaparición forzada; y Diciembre, el de la volcadura de un tráiler en Chiapas donde murieron 55 migrantes centroamericanos. Tal vez ese sea el año más emblemático del sexenio.
En 2022, cansado del mexicanísimo hábito de mirarnos el ombligo nacional, preferí sintetizar el año en materia internacional, aunque asumiendo que en lo sucedido en otros países había preguntas o aprendizajes interesantes para México. Fue el año de la invasión rusa a Ucrania, una flagrante violación al principio de autodeterminación de los pueblos respecto a la que el presidente mexicano, sin embargo, no se cansó de promover la “neutralidad”. También fue el año en que cayeron Jair Bolsonaro en Brasil y Boris Johnson en Inglaterra, el primero derrotado por un líder opositor que renació políticamente (Lula da Silva) y el segundo obligado a renunciar por las disputas al interior de su propio partido. Por último, ese fue el año del triunfo de Gustavo Petro en Colombia, primera vez que un candidato de izquierda accedía a la presidencia de ese país, y de la implosión del kirchnerismo en Argentina, cuando Cristina anunció que no estaría en ninguna boleta para la siguiente elección.
Finalmente el 2023, más que de personajes memorables, ha sido un año de procesos ominosos. Cuatro instituciones se han ubicado en la mira de una feroz ofensiva del oficialismo contra el andamiaje democrático: el Instituto Nacional de Acceso a la Información, la Suprema Corte, el Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Electoral. Debilitadas cada una a su modo, pero conforme a una misma intención autoritaria de minar su capacidad para cumplir con sus respectivos mandatos constitucionales, lo que está en juego no es solo el rumbo de su gestión interna sino el motivo mismo de su existencia. El obradorismo ha sido cada vez más transparente en su voluntad de acumular poder y de querer doblegar a cualquier instancia que le represente un límite, una autonomía o un contrapeso. Nadie puede llamarse a sorpresa, el aviso que deja el 2023 es claro y fuerte. Las bases institucionales de la democracia mexicana están bajo ataque.
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