Sin embargo, aunque no sea sorprendente, sí es preocupante. La UAS es una de las mejores universidades estatales del país y desempeña un papel fundamental en el acceso a la educación superior para las juventudes de Sinaloa. Además, es un centro importante para el desarrollo de la cultura, la investigación y la reflexión en ese estado y, más ampliamente, en el norte del país.
Al mismo tiempo, la UAS lleva lustros siendo el bastión político de Héctor Melesio Cuén Ojeda, quien fue rector de la Universidad de 2005 a 2009, presidente municipal de Culiacán de 2011 a 2012 y diputado local de 2013 a 2016. Al estilo de Raúl Padilla en Guadalajara —aunque a una escala menor y con menos ambiciones culturales— Cuén utilizó la UAS como plataforma política para posicionarse, ganar poder en el estado y, eventualmente, fundó el Partido Sinaloense (PAS).
Cuén se convirtió en un peso pesado de la política estatal y el PAS fue parte de la coalición que llevó al gobernador Rocha al poder en 2021. Posteriormente, Cuén fue secretario de Salud de Rocha. Sin embargo, ambos entraron en conflicto por distintos motivos —entre ellos, el excesivo involucramiento de Rocha en la Universidad y el intento de debilitar su autonomía—y Cuén terminó renunciando a su cargo.
Durante su gobierno, Rocha ha lanzado una cruzada para capturar y hacerse del control de la UAS. En febrero de 2023, el congreso local, de mayoría morenista, aprobó la Ley de Educación Superior del Estado de Sinaloa, que contenía implicaciones negativas par la autonomía universitaria.
La comunidad universitaria se resistió a esta medida. El pleito político escaló a grado tal que hace unos días el rector Jesús Madueña Molina fue separado de su cargo durante una audiencia especial de la Fiscalía General del Estado, que en realidad fue una movida orquestada desde el gobierno estatal de Sinaloa.
Esto desató el enojo de la comunidad universitaria y manifestaciones masivas en rechazo al “golpe” lanzado por el gobernador Rocha. El desenlace del conflicto aún es incierto. Habrá que ver si la comunidad universitaria logra resistir o si se impone el autoritarismo local.
No obstante, este caso vuelve a poner sobre la mesa la urgente necesidad de reformar la educación pública superior a nivel local para que las universidades autónomas estatales dejen de ser territorio de disputas políticas y se conviertan en centros para perseguir tres objetivos de primera importancia para el país: (1) ampliar el acceso a educación superior, sobre todo, para las juventudes de sectores populares; (2) fomentar la vida cultural, la reflexión intelectual y la investigación académica en distintas regiones del país, lo que contribuiría a combatir el centralismo; y (3) transformar a las universidades en un vehículo de movilidad social ascendente para los estudiantes.
Las universidades públicas estatales han sido bastiones de caciques locales y arenas de disputa por el poder político desde tiempos del régimen priista. Es decir, no es un fenómeno nuevo. Sin embargo, es irónico y a la vez trágico que Morena, el partido que basó su agenda en la superioridad moral y puso a los sectores populares en el centro, no haya hecho más que empeorar la situación por tres vías.