Mucho antes de que líderes empresariales globales como Larry Fink hablaran del propósito de una empresa, Don Eugenio sostenía: “El lucro no es renta para satisfacciones egoístas, sino instrumento de reinversión para el progreso económico y social”.
Promulgaba también que “El empresario que solo se ocupa de su empresa, ni siquiera se preocupa por su empresa”, aludiendo a la importancia de ver también por su comunidad, sus colaboradores, y la sociedad en general; y cómo eso repercute benéficamente también en la propia empresa.
El asesinato de Don Eugenio en 1973 cimbró a toda la comunidad empresarial del país. En parte por eso en 1976 nace el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), en buena medida impulsado por los empresarios de Monterrey, para hacer frente a un gobierno que los venía confrontando de forma importante, y fallando a la población.
Don Eugenio es un antecedente importante para la organización del empresariado. Hoy hay inquietudes y preocupaciones muy similares a las de esa época, por problemáticas muy parecidas. Don Ricardo Margain, otro notable regiomontano, las dijo con claridad en su discurso durante el sepelio de Don Eugenio:
“Sólo se puede actuar impunemente cuando se ha perdido el respeto a la autoridad; cuando el estado deja de mantener el orden público; cuando no tan sólo se deja que tengan libre cauce las más negativas ideologías, sino que además se les permite que cosechen sus frutos negativos de odio, destrucción y muerte.
Cuando se ha propiciado desde el poder a base de declaraciones y discursos el ataque reiterado al sector privado, del cual formaba parte destacada el occiso, sin otra finalidad aparente que fomentar la división y el odio entre las clases sociales.”
Este panorama es vigente hoy, evidente en dichos como el de Pedro Salmerón en 2019, entonces funcionario federal, enalteciendo a los asesinos; a lo que el CCE de manera enérgica reviró:
“El asesinato de Don Eugenio Garza Sada fue, simple y llanamente, un crimen artero y cobarde que terminó con la vida de uno de los empresarios más íntegros que ha tenido nuestro país. Un empresario visionario y con profundo compromiso social. Un empresario que impulsó los derechos de los trabajadores a la vivienda, a la salud, a la seguridad social, incluso antes de que existieran las instituciones gubernamentales dedicadas a ello.
Un empresario que luchó por la educación y creó instituciones académicas para elevar los niveles de preparación de los jóvenes mexicanos. Un empresario comprometido, que contribuyó a la sociedad para elevar sus niveles de bienestar.”
El momento actual debería ser de una verdadera coordinación y unidad del sector empresarial por el bien del país. Pero no se ve. El nivel de los liderazgos de la mayoría de los organismos empresariales nacionales y/o cupulares está muy lejos de lo que fueron los grandes líderes como Don Eugenio, Lorenzo Zambrano, Isaac Garza, Juan Sánchez Navarro o Manuel Gómez Morin.
La crisis de liderazgos empresariales es muy notoria, no solo en la calidad de la representación del sector, sino en los niveles de percepción pública del empresariado, que comienza con el reto de la percepción de sus propios colaboradores por la insatisfacción con sus condiciones laborales.
Lejos de atender la casa, hoy los supuestos líderes empresariales están más preocupados por jugar a la política, aún sin entenderla; en una era global, económica y socialmente más compleja, que requiere mentes más maduras y estratégicas.