En tres meses la oposición logró lo que parecía poco viable, cambió el juego rumbo a 2024 y se posicionó como una opción competitiva y esperanzadora para las millones de personas que no encuentran un lugar dentro del gobierno actual.
Después de las elecciones de este año, con una dolorosa derrota en el Estado de México y tras haber perdido la gran mayoría de las gubernaturas en seis años, el panorama parecía nublado y borroso.
A tres días de que inicie oficialmente el proceso electoral y después de un proceso en el que la oposición supo entender que sola no tenía lo suficiente para ganar y que necesitaba acercarse a la ciudadanía, existe una candidatura que es competitiva y genera esperanza.
Sin duda el proceso del Frente tiene muchas áreas de oportunidad, es mejorable en diferentes aspectos, pero lo logrado en tampoco tiempo no puede minimizarse.
El Frente llevó a cabo un proceso en el que participaron más de dos millones de personas, ningún partido político tiene un padrón de afiliados de ese tamaño. Solicitaron inscribirse para participar más de 30 personas y obtuvieron su registro una docena. La ciudadanía de manera libre definía quiénes eran las y los perfiles que tenían mayor simpatía. Hubo seis foros en los que se escucharon diferentes ideas y visiones de los temas que son trascendentes para el país, se dejó la politiquería de lado. Se llevaron a cabo cuatro encuestas a través de las cuales se conocieron las preferencias ciudadanas hacia unas y otras. Quien no entienda el avance que implica esto para los procesos de selección de candidatura, no conoce cómo realmente se llevan a cabo estos procesos al interior de los partidos.
Faltó la consulta, sí, pero se privilegió el consenso y la unidad, hubo voluntad y entendimiento del contexto. Los partidos políticos supieron ceder a los intereses personales y privilegiar los colectivos y del país. Las y los aspirantes tuvieron altura de miras, entendieron que esto se trataba de un paso nuevo en la democracia mexicana y que lo más importante era dar pie a que quien realmente tuviera posibilidades de derrotar al régimen autoritario lo hiciera. Quienes no fueron favorecidos aceptaron la derrota y actuaron como demócratas, algo que parece lógico pero no se ve mucho en nuestro país.
A diferencia de lo que están haciendo en la cuarta transformación en donde la simulación la trampa y el derroche son la regla, en la oposición se ha entendido que para poder aspirar a contender en la elección de 2024 frente a un aparato que lleva preparándose y enfocando todos sus esfuerzos más de cinco años para este momento, es necesario hacer las cosas de forma diferente, novedosa, de la mano de la ciudadanía.
El resultado ahí está, una candidata que no era la favorita de las cúpulas partidistas, que no tenía el respaldo de intereses económicos, pero que sí tiene una historia que contar, que sí conecta con la gente, la entiende y sobre todo la anima a involucrarse y da esperanza de un país diferente al que vemos hoy.
Esta semana inicia oficialmente el proceso electoral federal, faltan nueve meses para la elección, pero hoy sabemos que para arrancar el proceso ya hay definición de dos candidaturas a la presidencia y una posible tercera por definirse o aliarse a alguna de las ya existentes.
El siguiente paso es entender la importancia de lo que está en juego, el futuro del país, y sobre todo la necesidad de que sea la ciudadanía la que de manera activa y decidida dé un paso para adelante a fin de exigir lo mejor para el país. Todavía hay mucho por hacer, el tiempo no es tanto como parece, la cita será el 2 de junio de 2024.
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