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#ColumnaInvitada | Siempre se puede estar peor

El gobierno y Morena en su conjunto tienen como clara misión el derribar la mayor cantidad de entidades oficiales del país para debilitar el funcionamiento público, apunta Juan Francisco Torres Landa.
vie 18 agosto 2023 06:02 AM
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Es un hecho que las finanzas públicas llegarán “con alfileres”, pues todas las partidas de ahorro y reservas presupuestales han sido agotadas por completo, y el nivel de recaudación e ingresos es ya insuficiente frente al ritmo de gasto público, apunta Juan Francisco Torres Landa.

Ante la grave situación que se vive en el país no es extraño que para muchas personas la salida del problema es simple y sencillamente una cuestión de paciencia. Muchos piensan ilusamente que “hay que dejar pasar el tiempo” y que no hay que hacer mucho, pues lo único que se requiere es pasividad y ver cómo el régimen actual se desinfla. Bajo esa teoría se da paso en un siguiente proceso electoral a una nueva oportunidad democrática que sí vigile y dé mejores opciones para lograr que en el país se detengan los pésimos resultados que la actual administración ha acumulado. Tristemente no puede ni será así de sencillo. Nos explicamos.

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La trayectoria en curso de la actual administración pasa por una doble vía. La primera es que no hay duda sobre cuál es la ruta de colisión hacia las instituciones. El gobierno y Morena en su conjunto tienen como clara misión derribar la mayor cantidad de entidades oficiales en el país para debilitar el funcionamiento público. A través de reformas legales, recortes presupuestales, y designación de incondicionales, o una mezcla de las mismas, se ha logrado el colapso de muchas instituciones como la CNDH, la CRE, el CENASE y otras más. El propósito es hacer lo propio con el INE y la SCJN mediante una reforma constitucional en el mes de septiembre de 2024 al hacer uso de la mayoría calificada si el electorado le da dichas curules en el Congreso federal a Morena y sus incondicionales. Esa iniciativa no es una especulación, sino un pronunciamiento ya puesto sobre la mesa por el presidente para exigir un voto mayoritario para sus candidatos a ocupar escaños legislativos. Quieren terminar su obra destructiva con la complicidad comicial.

De la misma manera, ya sabemos que en materia de salud, no obstante haber hecho un verdadero desastre con la desaparición del Seguro Popular, dieron lugar a una entelequia sin orden o planeación alguna como fue el INSABI, para luego desaparecerlo y de un plumazo encubrir el desastre con una simulación de servicio llamado IMSS-Bienestar. Lo cierto es que se incrementó la pobreza en cobertura y atención de salud, exponiendo a más de 50 millones de personas que hoy en México no tienen servicios públicos de salud a su alcance. Igualmente destrozaron el sistema de distribución de medicinas y al usar los recursos en proyectos faraónicos se eliminaron las capacidades de atención a enfermos serios de cáncer, diabetes, renales, etc.

En materia educativa hicieron un despropósito total como desaparecer el Instituto Nacional de Evaluación Educativa y entregar todo el proceso de evaluación a las fuerzas sindicales. De esta manera dimos un salto de regreso décadas atrás y lograr que en los hechos se minaran las opciones reales para que los educandos puedan recibir la instrucción necesaria para lograr capacidades de mejora en su preparación y de posible movilidad social. En este sentido la emisión en la opacidad de los nuevos libros de texto gratuito ha propiciado el golpe de muerte adicional, pues se ha eliminado el menor rigor de contenido para lograr buenos resultados en la instrucción básica.

Un tema por demás sensible es el de la seguridad pública en que las estrategias como las de “abrazos, no balazos” y la militarización de las tareas esenciales han propiciado los mayores niveles de violencia, impunidad y desolación jamás pensados posibles en ya casi todo el territorio nacional. Casi nada ni nadie escapa a esta condición de una gran virulencia y falta de ejecución de prevención, persecución o tareas de protección, aún en lo más básico. El resultado es el empoderamiento de las bandas delincuenciales que son socios del gobierno y que dejan a la población del país en una imperdonable desprotección y abandono. No hay nada que justifique abdicar a estas responsabilidades que son los más críticas en la relación gobernantes-gobernados.

Existen otras áreas en que veremos a un país en condiciones realmente paupérrimas y delicadas para el siguiente gobierno, sin importar a qué partido pertenezca dicha persona. Es un hecho que las finanzas públicas llegarán “con alfileres”, pues todas las partidas de ahorro y reservas presupuestales han sido agotadas por completo, y el nivel de recaudación e ingresos es ya insuficiente frente al ritmo de gasto público. Por ello, no hay forma en que las libertades de dispendio que fueron posibles en este sexenio se repitan en el siguiente periodo de gobierno.

Hay que abrir los ojos entonces a que, a pesar de que pensamos que hay temas en que ya tocamos fondo, eso no es exacto. Tenemos a la fecha evidencia clara de que en todos los rubros de real impacto para la ciudadanía los indicadores realmente importantes van a la baja en forma sostenida y por demás preocupante. Y no es para menos, porque con una serie de reglas en que el partido en el gobierno sostiene que no hay necesidad de capacidad sino de sumisión al presidente, el resultado en los hechos es que no hay calidad alguna en la ejecución de las tareas públicas, sino un efecto de deterioro progresivo en el que el único factor es que mientras se muestre deferencia al presidente, todo lo demás es intrascendente e innecesario. Un verdadero desastre por donde se le vea. Nada se salva de la debacle destructiva puesta en marcha.

Ante este desolador panorama sí existe un antídoto y es el de la participación ciudadana. No es factible lograr el cambio simplemente por pasividad. Se requiere que haya un impacto favorable con base en una intensa y nutrida presencia de la ciudadanía en las tareas que tienen que ver con expresar los puntos de vista diferentes, en establecer un claro interés en los procesos de definición de una candidatura novedosa y realmente fuera del control de un arreglo cupular, en avalar la conformación de un gobierno de coalición, y en autorizar un programa de gobierno que vaya a la raíz de los problemas nacionales. En esencia, a dar un paso adelante y aprovechar el espacio negociado con los partidos políticos de oposición para dar una batalla frontal por garantizar la normalidad democrática y evitar la consolidación del intento autoritario en curso.

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Así es que ya lo saben, o nos metemos de lleno como ciudadanía y pueblo a preservar las libertades, instituciones y prerrogativas como habitantes del país, o tendremos que esperar al agravamiento de la condición nacional si se llegara a presentar un evento de la victoria de Morena y aliados el 2 de junio de 2024. Y es que no nos debe quedar duda de que siempre pueden darse resultados nocivos, algo que apela a nuestro interés y deber elemental de participar en las tareas públicas y la necesidad de no darle vuelta atrás a la oportunidad actual de involucrarnos en proyectos como el Frente Amplio por México (FAM), del cual muy probablemente surja la persona que pueda a la postre encabezar la fórmula de oposición electoral y de gobierno de coalición. No dudemos un segundo porque sin esa participación masiva, entonces sí sabremos que existe la enorme posibilidad de que se plantee una Elección de Estado, la destrucción remanente institucional, la complicidad de delincuencia organizada, y la influencia brutal del actual presidente en su sucesor.

Aún estamos a tiempo de evitar el que caigamos a un pozo sin fondo – algo que sí sucedió por pasividad e incredulidad de la ciudadanía en países como Venezuela, Argentina, El Salvador, Bolivia, etc. De nosotros y nuestras convicciones democráticas depende como nunca el futuro del país y no llegar a puntos de no retorno. Sí se puede detener la debacle en curso si nos lo proponemos. Este gobierno y sus aliados se caerán porque el electorado ya reconoció el enorme daño causado y los riesgos de dejarlos perpetuarse en el poder. Ese cambio está en curso hoy y se consolidará el 2 de junio de 2024. El FAM es la oportunidad histórica que no podemos desperdiciar. Las tareas respectivas se realizan con convicción, coordinación y eficacia. Así debe ser pues nadie quiere otro sexenio de destrucción. Para los que aún no participan recuerden que ¡siempre se puede estar peor!

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Notas del editor: Juan Francisco Torres Landa es miembro del Consejo Directivo de UNE México y de la red de Unid@s. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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