Sin duda, una de las más grandes aportaciones de las últimas administraciones de la Ciudad de México es la inclusión del sistema Ecobici como una alternativa para desplazarnos dentro de ella, y si bien la bicicleta como modo de transporte no es algo nuevo ni podemos atribuirle el descubrimiento o “moda”, como algunos le llaman, a ninguna persona o administración, el sistema como tal sí lo es, al menos en nuestra ciudad y su aportación a la movilidad ha sido un gran acierto. Hoy se ha convertido en una necesidad diaria para muchas personas que la utilizan de manera cotidiana.
Sin embargo, me pregunto por qué somos aún tan pocas las personas que hemos decidido cambiar nuestros hábitos de movilidad. La respuesta es casi obvia y es la primera que viene a nuestra mente cuando recordamos el porqué no vamos montados en una: ¡la bicicleta es insegura! A muchas personas podría disuadirnos de utilizar una bici el hecho de tener que circular por un espacio público que no garantiza nuestra tranquilidad, esa aún sin duda, es una de las tareas pendientes en nuestro país y en su capital. De acuerdo con cifras del Inegi, unas 15,000 personas al año pierden la vida en fatalidades de tránsito.
Ecobici ha marcado una pauta en la línea de tiempo para la movilidad de la Ciudad de México, así como en su momento lo hizo la ciclovía que corre por Paseo de la Reforma, ambas en 2010, porque a partir de ese momento, muchas personas que nunca pensaron poder hacer sus recorridos en bicicleta, comenzaron a hacerlo. Con ello, y el gradual incremento de ciclistas urbanos ya sea con bicicleta propia o pública, hubo un crecimiento exponencial en los incidentes relacionados con ciclistas.
Y es ahí donde nos preguntamos si los esfuerzos para generar seguridad en los ciclistas son de la misma magnitud que los esfuerzos por incluir esta alternativa en la sociedad. O bien, si lo mismo que la autoridad invierte en la movilidad para automóviles privados se puede invertir en la seguridad de quienes andamos en bici y que tenemos el mismo derecho al usufructo del espacio público que quienes han optado por la movilidad individual y en auto.
¿Qué impuesto extra pagaron los automóviles y sus usuarios para gozar de un presupuesto infinitamente mayor para circular por nuestras ciudades? Les respondo: ninguno.
Cualquier habitante de la ciudad de México ha podido notar el incremento de estaciones, de número de bicicletas públicas, infraestructura ciclista, bici-estacionamientos, etc., mas no necesariamente un incremento en la cultura vial que promueva una sana convivencia entre los usuarios de vehículos automotores y usuarios de bicicletas.