Ese oasis es sin duda nuestro mejor caldo de cultivo para alcanzar la igualdad de género. Lo mejor es que será entre risas y no a regañadientes. Sí, el futbol. Ese emblema del “macho FIFA”, ese “hooligan” dominante que funge como estereotipo de la masculinidad tóxica será nuestro gran aliado.
Si tan solo logramos que los ídolos de los estadios, que las figuras dominicales más veneradas, sean mujeres y hombres sin igual, lograremos una admiración y un respeto por igual. En la cancha se demostrará que el mito de la falda solo es eso, un mito.
Para lograrlo se requieren muchas cosas: equal pay, fair play, acciones afirmativas, voluntad política de los gobiernos, sensibilidad de los empresarios, reeducación de la afición, etc. Todavía falta una ruta clara y estratégica, pero la ventana se está abriendo.
Por ello, entre otras razones, aplaudo que el pasado 10 de julio, la Federación Mexicana de Futbol Asociación (FMF) y la LIGA MX presentaran el Protocolo Modelo de la Federación Mexicana de Futbol Asociación A.C., Liga MX y Clubes afiliados para prevenir y sancionar el acoso y hostigamiento sexual y otras formas de discriminación en el ámbito laboral y deportivo del futbol mexicano. Como su nombre lo indica, este protocolo es apenas un modelo cuyo objetivo es “prevenir, apoyar y colaborar con la Liga MX y sus Clubes afiliados, en el desarrollo de sus propios protocolos”.
Esta es una respuesta al reclamo de las jugadoras y jugadores –principalmente de la comunidad LGBTIQ+- para tomar medidas ante el creciente acoso que sufren todos los días, no solo en la cancha y en sus centros de trabajo, sino también en redes sociales por parte de usuarios que constantemente les atacan con insultos y amenazas.
En específico tratándose de mujeres futboleras, el reclamo de las jugadoras y de miles de aficionadas que las siguen no es para menos. Como se ha señalado en el Convenio 190 de la Organización Internacional del Trabajo, la violencia y el acoso afecta desproporcionadamente a las mujeres e impide que accedan, permanezcan o progresen en su trabajo, al tiempo de perjudicar también al centro de trabajo en su organización, las relaciones, reputación y productividad. Por su parte, en la recomendación No. 19 de la CEDAW se ha enfatizado que el hostigamiento sexual “puede ser humillante y puede constituir un problema de salud y de seguridad”, además, “es discriminatoria cuando la mujer tiene motivos suficientes para creer que su negativa podría causarle problemas en el trabajo, en la contratación o el ascenso inclusive, o cuando crea un medio de trabajo hostil.”
Ahora bien, es de reconocerse el esfuerzo y buena voluntad política para publicar el protocolo. No obstante, como todo es perfectible, aquí señalo brevemente algunos aspectos que podrían mejorarse para lograr los objetivos propuestos.
El primero es la falta de claridad en el nivel de obligatoriedad al que están sujetos los clubes en relación con el protocolo modelo, pues en éste se especifica que la FMF y la Liga MX “invita” a los clubes a llevar adelante un proceso de reforma institucional a través de una intervención gradual en tres etapas. La primera de dichas etapas es la adopción del protocolo; sin embargo, no se prevén mecanismos de vigilancia o seguimiento de estos avances, ni posibles sanciones ante su incumplimiento una vez que se adopte.
De igual forma, encuentro al protocolo muy débil en las medidas para “prevenir” el acoso y hostigamiento sexual (AHS). Esto es, más allá de enunciar de manera genérica la capacitación del personal de los clubes, no hay acciones específicas que permitan entender la manera en la que vamos a evitar –en serio y desde la prevención– este tipo de prácticas.