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#ColumnaInvitada | La militarización de Chiapas desde la perspectiva de Acteal

La militarización de Chiapas en los años 90 del siglo XX, la represión y la persecución del oficialismo constituyen una herida vigente en la memoria de los indígenas.
mié 28 diciembre 2022 04:49 PM
Soldados
La instalación de bases de la GN y el Ejército sin autorización de los pueblos originarios, además de una grave violación a los derechos colectivos, alimenta la sombra y al incertidumbre de nuestros indígenas, considera Francisco Rodríguez.

El 19 de diciembre de 1998 se difundió el “Libro Blanco sobre Acteal”, una recopilación de hechos sobre la matanza ocurrida un año antes en la comunidad de Acteal.

El Libro es una recopilación de nombres, fechas y lugares que sirvieron a la Procuraduría General de la República (PGR) para explicar los hechos ocurridos el 22 de diciembre de 1997. Entre hombres, mujeres y niños, ese día, 45 indígenas tzotziles perdieron la vida a causa de un “enfrentamiento entre grupos indígenas” que se disputaban el control de un banco de arena en el municipio de Majomut.

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Las comunidades de Polhó y Los Chorros - involucradas en las disputas de Majomut - han sido escenario de conflictos agrarios desde hace mucho tiempo, pero ninguno ha sido tan grave para terminar en un “enfrentamiento” como el de Acteal.

Sobrevivientes de la masacre, “echaron abajo” la verdad histórica del “Libro Blanco”. No hubo enfrentamientos, ni provocaciones. Las evidencias indican intervención militar y policiaca y el hostigamiento de simpatizantes del oficialismo de entonces, que por lo menos dos años atrás, literalmente acorralaron a los indígenas desplazados, que entre hambre y frío, ocupaban Acteal en diciembre de 1997.

Algunos desplazados de Acteal advirtieron que desde las 11:00 horas del día 22 de diciembre ya empezaban a “tirar desde el monte”. Otros testigos narran que sabían de la emboscada, pero los agresores, aunque simpatizantes del entonces partido oficial, también eran indígenas, así que sólo era un rumor sin fundamento.

Desgraciadamente, sí hubo emboscada. Ocurrió lo impensable, pero previsible. Los desplazados de Acteal estaban de rodillas todos juntos, orando, cuando fueron rodeados por un grupo de hombres armados, que abrieron fuego contra indígenas tzotziles desarmados.

Las provocaciones de los paramilitares, las disputas agrarias y la fundación de municipios autónomos, sin duda, fueron los motivos perfectos para justificar la militarización de Chiapas en los años 90’s del siglo XX, que desembocaron en los hechos de Acteal.

Luego de 25 años de la tragedia, la militarización en Chiapas se ha encontrado con la oposición de las comunidades indígenas cuyos comités han rechazado las peticiones para instalar bases de la Guardia Nacional (GN) y del Ejército Mexicano.

La razón es evidente: los pueblos originarios de México gozan del derecho de autodeterminación. Eso significa, en el de Chiapas, que el Estado debe abstenerse de realizar actividades militares en tierras indígenas, salvo que se trate de un caso de interés público; si éste no existe, el oficialismo debe gestionar la autorización de los pueblos indígenas para ese fin.

Todos los pueblos de Chiapas saben que la presencia del Ejército es una fuente de conflicto y de agresión en su contra, precisamente por los antecedentes que le dan título a este artículo. Los chiapanecos ven a militares en sus tierras, sin que exista una causa que justifique su presencia. Así que protestan por la vulneración de su derecho de autodeterminación cuando las bases de la GN invaden tierras sin contar con la autorización correspondiente. Como en épocas del siglo XX, las protestas indígenas contra la presencia de la Sedena en Chiapas, son acalladas y, los inconformes, encarcelados.

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Es evidente que el Estado ha sido incapaz de entender la autodeterminación de los pueblos de Chiapas, que la autonomía de sus comunidades es el rasgo característico de su identidad, que una invasión de sus tierras es una grave violación a su vida comunitaria.

La militarización de Chiapas en los años 90 del siglo XX, la represión y la persecución del oficialismo constituyen una herida vigente en la memoria de los indígenas. De ahí las protestas contra la instalación de bases contra la GN en sus territorios.

El Ejército no debe permanecer en Chiapas, ni en ningún otro Estado. El gobierno mexicano debería reorientar su política de seguridad atendiendo en todo momento la voluntad unánime de las comunidades y los pueblos de Chiapas, su integridad territorial y su memoria histórica.

En concreto, 25 años después de la masacre de Acteal, el Estado sigue vulnerando la autodeterminación y la integridad territorial de las comunidades indígenas de Chiapas. La instalación de bases de la GN y el Ejército sin autorización de los pueblos originarios, además de una grave violación a los derechos colectivos, alimenta la sombra y al incertidumbre de nuestros indígenas.

No faltan las consignas de los pueblos afectados que piden la salida de la GN y el Ejército de Chiapas. No hay motivo, no hay causa que justifique la permanencia de las fuerzas castrenses en el sur del país. La sangre tzotzil que hace 25 años manchó las manos del Ejército, aunado a las presiones del gobierno, son razones suficientes para que los militares y la GN abandonen Chiapas de una vez por todas. Es lo mejor para Chiapas y para todo México.

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Nota del editor: Francisco Javier Rodríguez es presidente de la comisión de asuntos internacionales de Coparmex Metropolitano. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

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