Dos hechos han marcado la agenda del año que está terminando. El sistema de naciones se ha visto cuestionado en sus supuestos y en sus narrativas con la pandemia de COVID-19, que sigue vigente en sus impactos socioeconómicos y en el costo en millones de vidas. No es un secreto que la carencia de respuestas eficientes, la ausencia de un entramado sólido para la solidaridad internacional y el propio sistema económico desigual han potenciado la pérdida de vidas.
#ColumnaInvitada | Recuento de un incierto 2022 y la compleja agenda para 2023
El sistema de naciones se ha visto cuestionado en sus supuestos y en sus narrativas con la pandemia de COVID-19.
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Las pandemias de este perfil han llegado para quedarse, en la medida en que las ansias desmedidas por las ganancias en un sistema económico depredador llevan a las empresas a invadir espacios que deberían estar vedados a la naturaleza. Quizá somos una de las primeras generaciones que en plena conciencia nos dirigimos al suicidio colectivo global.
En segundo lugar, la invasión de Rusia a Ucrania a partir de la construcción de un conflicto artificial, y asentada en la nostalgia por un supuesto pasado, ha puesto a Rusia en el centro de las críticas en el mundo.
Se vienen sucediendo diversos acontecimientos que se creían eliminados en el escenario europeo y que tardarán muchos años en solventarse como los crímenes de guerra de parte de ambos bandos; los costos económicos que deberá asumir Rusia a pesar de sus reticencias; la pérdida de generaciones enteras en Ucrania, que se verán afectadas por un proceso de reconstrucción que aún no tiene un horizonte visible; los millones de ucranianos que han dejado sus hogares y que suponen una de las heridas más graves de un escenario post conflicto; los equilibrios de poder que deja la invasión, con China, Rusia y Estados Unidos como protagonistas, y la desesperante ausencia de voz propia de parte de la Unión Europea.
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Por supuesto hay otros temas importantes en la agenda de temas en este fin de año, pero es cierto que estos dos asuntos han marcado con claridad las tendencias que deberán ser gestionadas por las naciones en el naciente 2023 en que van a persistir junto a los riesgos de recesión, el aumento de los efectos del cambio climático y la galopante desigualdad que es posiblemente el gran reto de la estructura global.
Nota del editor: Javier Urbano Reyes es Profesor e investigador del Departamento de Estudios Internacionales (DEI) de la Universidad Iberoamericana (UIA); académico de la Maestría en Estudios sobre Migración (MEM) del DEI-UIA. Escríbele a javier.urbano@ibero.mx Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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